2011-05-22

El gafe de Rajoy


"Es wechseln die Zeiten. Die riesigen Pläne
Der Mächtigen kommen am Ende zum Halt.

Und gehn sie einher auch wie blutige Hähne
Es wechseln die Zeiten, da hilft kein Gewalt.(1)"

No parece que los hados de la política le sean muy favorables al señor Rajoy. Pareció que tras aquella desdichada travesía de “comemarrones” de Aznar, que le valió el título de “señor de los hilillos”, el dedazo de ese genio exfalangista lo había predestinado al más alto cargo político de la nación. Pero no, lo que parecía la renovación de la mayoría absoluta se fue difuminando y los avatares del 11-M de 2004 apuntillaron los anhelos de Rajoy. Aunque las encuestas previas a esa fecha fatídica ya anunciaban un empate técnico entre el PP y el PSOE, es muy probable que las mentiras de Aznar y de su disparatado ministro del Interior facilitaran por los pelos la victoria de Zapatero. La segunda derrota estaba cantada, y el PSOE no logró mayoría absoluta poco después porque el optimismo congénito presidente le hacía mirar el futuro como si la bonanza económica fueraa ser un perpetuum mobile .

¿Pueden influir las movilizaciones de “democracia real ya” en los resultados de hoy? Poco probable, pero ya veremos. Habrá que comparar las predicciones de las últimas encuestas con los resultados; pero ni aún así parece que se pueda llegar a conclusiones certeras sobre esa influencia. Lo que si spercibe es el nerviosismo del PP –el PSOE parecía ya resignado a perder poder-. Un nerviosismo que nace de la confianza y satisfacción que inducían esas encuestas tan favorables y de la incertidumbre que los avatares del azar vuelven a introducir en el último momento, en el de la verdad ante las urnas. Es como si alguien estuviera a punto de ganar la partida y le cambiasen las reglas del juego en la última baza. Aunque la preocupación mayor de los peperos no sean estas sino las próximas generales. Si el 43 por ciento de parados jóvenes, más los que se le sumen, se dan cuenta de su poder –que parece que ya se la han dado- y razonan que el verdadero poder es el poder político, y que este se consigue en las urnas, habrá irrumpido para las próximas generales una fuerza política con la que no se contaba y que puede desbaratar esa diferencia porcentual de las actuales encuestas. Otro factor a considerar es el de la reacción que las propuestas de los asambleistas puedan inducir en el PSOE o en IU (dos partidos con programas para “viejos” con sólo algunas declaraciones retóricas hacia los jóvenes). Porque la mayoría de las propuestas no sólo parecen razonables sino también fáciles de asumir:

Hacer que los bancos no persigan de por vida a los hipotecados y a sus herederos es de justicia lo solucionaría una ley que por su contenido ético no parece que los partidos más afines a los banqueros fueran a discutir demasiado (los bancos han tenido grandes beneficios en la época de las vacas gordas). Extender temporalmente a los jóvenes ya formados y en paro la procura existencial que se da ahora a los desfavorecidos o a los dependientes sin pensiones contributivas (el Sozialgeld alemán); paliar el exceso de viviendas vacías alquilándose las temporalmente a los jóvenes (ver las fotos de las Jugendwohnhäuser de Viena).

En fin, que tampoco piden la luna. ¿Qué de dónde saldrá el dinero? Pues de los impuestos, de dónde va a ser. ¿Qué eso ahuyentaría las inversiones? Pues no creemos que el señor Botín fuera a deslocalizar sus sucursales bancarias a Tanzania, ni que el señor Ortega o el Corte Inglés cerraran sus tiendas.

Volviendo al tema de nuestro título, el nerviosismo de los populares–y de ahí el ansia de elecciones anticipadas por parte de Rajoy-, les viene también del temor a una posible modificación de la actual ley electoral, bajo la cual podrían conseguir ahora la mayoría absoluta, pero, claro, eso depende quizá de la magnitud del anuciado tsunami del PSOE en las eleciiones de hoy.

Como muestra de ese nerviosismo del PP podemos señalar la histeria de la populista hortalicera presidenta de la Comunidad de Madrid, convocando a sus cachorros a acampar en la calle Ferraz, o al gesto chulesco de ese detritus del nacionalcatolicismo franquista que es el exministro Trillo. Ese personaje de pasado político tan abyecto.


La foto es de las viviendas sociales para jóvenes de Viena.

La estrofa es del poema y canción de Bertold Brectf : “En el fondo del Moldava”, que ya traduciremosen en otra entrada, después de saber los primeros resultados de las elecciones del 22-M.

(Continuará)

JGM

2011-05-20

Periodistas, políticos y escritores

La mayoría de los periódicos suelen proporcionar huecos habituales a personajes conocidos, generalmente escritores de cierto renombre. Incluso en Público aparecen los domingos los cuartetos endecasílabos de Joaquín Sabina.

Imagino que la primera intención de los responsables de los diarios es que los afamados den galanura literaria a la actualidad periodística. Algunos –pocos-, efectivamente, lo consiguen, aderezando con su ingenio los aconteceres diarios; no así la mayoría. No importa que los periódicos principales tengan un surtido cuerpo de analistas políticos, tanto nacionales como internacionales; muchos de ellos especializados en temas por regiones o por países; ni que cuenten también con especialistas en economía, en derecho o en cualquier otra área acotada de la sociedad; resulta, al parecer, inevitable que estas figuras de las letras, incluso del cine o de la tele, aprovechen sus columnas para pontificar sobre cualquier cuestión político-social. Los escritores de derechas, insultando al gobierno; los de izquierdas, generalmente menos hortaliceros, ofreciendo soluciones arbitristas a problemas de por sí complejos.

Un ejemplo muy reciente. En El País de anteayer (18/5/2011), y sobre el 15-M, una conocida escritora comienza su columna habitual diciendo: “Aún sin entender bien el eslogan que clama por una ‘Democracia real,…” Pues, señora mía, si no entiende usted algo tan simple: lo que ese clamor propone como otra teoría de la democracia, apaga y vámonos. Pero no, la señora, a pesar de mostrar su ignorancia política, acaba la columna llenándola de los tópicos más manoseados.

Aún recordamos la campaña que a derechas e izquierdas hicieron muchos de ellos contra la llamada “ley antitabaco”, incitando -como algunos hosteleros- a la desobediencia civil. En primer lugar, esa ley está vigente desde hace años en la mayoría de los países civilizados. En segundo lugar, fue aquí aprobada por el Parlamento con un amplio, si no total, consenso; y por último, a pesar del lenguaje insidioso de estos cronistas, el espíritu de la ley no era “prohibir” sino proteger la salud de los no fumadores, la mayoría de la población.

Otro ejemplo reciente de intromisión en la política se da en las generosas páginas que el mencionado diario ofrece al laureado Vargas Llosa, y que éste aprovecha para denostar a algunos candidatos a la presidencia peruana. Hizo campaña en nuestra prensa por su candidato Alejandro Toledo, pareciéndole males menores Luis Castañeda y Pedro Pablo Kuczynski. Rechazó, sin embargo, la de Ollanta Humala, por izquierdista y la de Keiko Fujimori, por populista, con una frase tan desafortunada como que decidir entre ellos era “como elegir entre el sida y el cáncer”. Al final, la pugna se dará entro los dos últimos. Vargas ya se ha decidido por Humala, recordando quizá que fue el padre de Keiko, Alberto Fujimori, quien, en 1990, derrotó al partido de centro derecha que lideraba el escritor, el FREDEMO, tras una campaña en la que el “chinito de la suerte” -Fujimori descendía de inmigrantes japoneses- hizo su campaña subido a una vieja camioneta y lo derrotó claramente.

No parece que ningún dios haya predestinado a este brillante escritor a los avatares de la política. Recordemos la polémica que creó tras sus críticas a un gobierno democráticamente elegido, el argentino, lo que motivó que algunos escritores intentaran negarle la presencia como invitado de honor en la Feria del Libro de Buenos Aires. Al final tuvo que zanjarlo elegantemente la presidenta Cristina Fernández. Y es que a pesar de su nacimiento en el cono suramericano parecía desconocer el hechizo que para los argentinos suponen Gardel, Perón y Maradona.

Hasta aquí se trataba de un simple preámbulo para comentar cómo algunos escritores famosillos se convierten por arte de magia en sesudos analistas políticos. Hace pocas semanas el diario varias veces mencionado up supra destacaba como titular en su primera página lo siguiente:

“Rubalcaba se queda en blanco cuando un periodista le pregunta sobre levantar la prohibición de mascar hoja de coca en Bolivia”

Digna de admiración parece la prudencia del político ante una pregunta tan capciosa, lanzada a bote pronto; así como insidioso nos parece resaltar esa noticia en un periódico serio.

Pero esto trataba simplemente de ser el comienzo de otra reflexión sobre la intrusión de los escritores en la cuestión de legalizar las drogas. Sucede que la política, hoy, está en la Puerta del Sol, y este bloguero se vuelve zumbando hacia allá.

(Continuará)

JGM

2011-05-01

Vicent, Vargas Llosa y Marías: dos biografías y una novela

A diferencia de los argentinos, que hacían cola en las librerías de la calle Corrientes de Buenos Aires cuando salía a la venta una novela de Cortazar, parece que aquí sólo se hace cola para ser los primeros en tener las nuevas consolas electrónicas. En mi caso no hago cola pero tengo que coger el coche o el tren para comprar las novedades ya que los distribuidores pueden tardar más de un mes en acercarlas a mi barrio de Pozuelo-Aravac, de Madrid: el resultado es que cualquier intento de librería acaba, aquí, convertido en un bar. Todos nos quejamos de que desaparezcan las librerías de barrio pero nadie hace nada.

Los comienzos de este 2011 han sido generosos en nuestra producción literaria. Destacaré tres de entre ellas -no porque piense que son las mejores sino porque el resto no las le leído aún.

Manuel Vicent explica al comienzo de su última obra, “Aguirre, el magnífico”, cómo, en un festejo literario, el cura Aguirre le presenta ante el rey como su biógrafo post-mortem. Puede que sea una broma más de la divertida biografía. Aunque sólo sea por las declaraciones de la duquesa, parece claro que el rey jamás legaría sus anotaciones para que Vicent construyera su biografía.

El propio Vicent se jacta de su vagancia como escritor; hecho que parece cierto, puesto sus obras se caracterizan por las pocas páginas, los tipos grandes y los renglones espaciados. Es como si la columna dominical en El País colmara sus apetencias literarias. Ya, en las biografías de personajes que escribe algunas veces en una página grande de Babelia, da la sensación de estar deseando acabarla.

Se trata de una biografía divertida que se lee de un tirón, no ya por el breve formato sino también por la amenidad del escritor, por la precisión irónica de sus términos y, en el caso de mucho lectores, entre los que me cuento, porque resulta ser la crónica amena de una época. Vicent trata de hacer bosquejos anecdóticos de los personajes de la progresía ilustrada madrileña de un periodo que transcurre desde mediados los sesenta hasta el afianzamiento de la democracia; todos ellos danzando alrededor del editor y futuro duque, al que recordamos como el gran animador de las ferias del libro en El Retiro madrileño.

Es la biografía desenfada y jocosa de una vida que, sin embargo, rezuma tristeza; la de un hombre que pudo reinar en Roma y acabó en la cima de la nobleza española. Un tipo singular, que de haber ejercido sus derechos hubiera podido lograr que cualquier Borbón le hubiera cedido el paso para entrar en la catedral de Sevilla.

* * *

Muy esperada era Los enamoramientos, la nueva novela de Javier Marías tras su imponente trilogía -1.600 páginas- Tu rostro mañana. El primer párrafo de Los enamoramientos nos recuerda la forma en que la escritora inglesa P. D. James comienza sus novelas policíacas: con el anuncio de un crimen, de un asesinato. No se trata aquí, sin embargo, de un thriller, porque el autor no lo ha concebido como tal; tampoco es un relato de suspense, aunque al final contengamos el aliento ante alguna decisión trascendente de la narradora.

En torno al recuerdo del muerto, los personajes –pocos- se enamoran y se desenamoran –o creen que hacen una cosa o la otra-. La narradora –novedad, poco creíble, en las novelas de Marías- conjetura, reflexiona, intenta indagar la verdad, bien que sin ningún afán detectivesco; mas bien en un marco donde predominan la curiosidad, la ambigüedad y el azar. Todo expresado a través de “la palabra interior”.

En un momento dado, el segundo protagonista comenta a la narradora, acerca de una novela de Balzac, El coronel Chabert, que “es una novela, y lo que ocurre en ellas da lo mismo y se olvida, una vez terminadas”. Un comentario, propio de ese personaje ambiguo, alejado, en general, de lo que los lectores sienten ante el impacto de una novela: aún recordamos los dramáticos capítulos, probablemente de la tercera parte de Tu rostro mañana, donde el narrador y su mentor ejercen, cada uno por su lado, una violencia extrema, impune: en un caso, sobre un machista idiotizado, y en el otro sobre un maltratador cínico.

Al igual que la biografía de Aguirre, se puede leer éste como un libro sin complicaciones, bien que sin las sonrisas con las que se lee el del duque. Los hechos transcurren de forma lineal en el tiempo, y en un espacio delimitado de Madrid. Se puede seguir sin sostener un lápiz en la mano y sin tener cerca el DRAE – no como ocurría con las novelas de Juan Benet, el maestro de Marías-. Las palabras son precisas y las frases concisas, lo habitual en este autor; que se recrea, sin embargo, en la repetición de esas ideas con otras palabras, enriqueciendo el texto. También permite hacer una lectura más lenta, parándose a meditar con la narradora en sus reflexiones.

Una lectora perspicaz, mi correctora favorita, me descubre que el último párrafo de la novela es la repetición calcada del final de un subcapítulo del capítulo II (página 152). Este lector no sabe si pensar en un scherzo del autor o en una broma del Copy and Paste, hipótesis esta última poco probable dado que, al parecer, Marías no utiliza un ordenador para escribir. Quizá haya sido un error del transcriptor al Word, aunque bien mirado, el corrector debería haber denunciado la comilla simple de cierre. Otra cuestión accidental para esta edición de la novela.

* * *

El tercer comentario versa sobre El sueño del celta, la última novela de Vargas Llosa tras La fiesta del Chivo. Resulta inevitable referirse a esa obra anterior, a mi juicio realmente brillante tanto por la estructura narrativa -la alternancia de los relatos a lo largo de los capítulos-, como por el estudio de los personajes- muchos de ellos reales-. Un libro que era necesario también para desvelar las tropelías de aquella familia de sátrapas: los Somoza.

No alcanzan el mismo nivel aquí las aventuras y las, más bien desventuras, de Roger Casement, un oscuro irlandés, emisario diplomático bajo la Corona inglesa para denunciar el trato infame que los caucheros, primero en el Congo otorgado al rey Leopoldo de Bélgica; y después en la Amazonía brasileña, daban a los indígenas.

No por conocida la iniquidad de ese monarca belga, resulta menos estremecedor el relato de las atrocidades perpetradas en los dos lugares, bien que ambos relatos coinciden prácticamente y no parecen dar más de sí. Se trata de los mismos sayones, separados, bajo el ecuador, por treinta y tantos grados de longitud meridiana.

Quizá uno de los aspectos que nos hagan seguir el relato con cierta desgana sea la falta de convicción del personaje, que a la vez que ofrece cierta fortaleza moral en la denuncia de las tropelías de los colonizadores, nos muestra su inestabilidad emocional, por ejemplo, en cuanto a la represión de sus instintos: recordemos que apenas treinta años atrás, el también irlandés Oscar Wilde languidecía en la prisión de Reading por motivos similares a los agravaron la condena de Casement.

Tampoco resulta convincente la otra cara del relato: la concienciación cuasi repentina del personaje al independentismo. En cualquier caso, tanto entonces como ahora, su conducta en tiempos de guerra sólo tiene un veredicto: alta traición.

Quizá debamos recordar que en las luchas por la independencia de Irlanda hayan incidido más los avatares de las dos guerras mundiales que las luchas patrióticas: el Home Rule, tras la primera, y la independencia de Eire, tras la segunda; y que después de una cruenta y larga lucha, la situación de Éireann (Irlanda del Norte) permanece más o menos estancada.

En suma, cuatrocientas cincuenta páginas más próximas al oficio que muestra Vargas Llosa en sus obras menores que a la grandeza de la siniestra historia del chivo.

Julio G. Mardomingo