Casi toda la cola del cine para ver la última peli de Tarantino era de jóvenes. “Bueno” –pensé-“ya sabes lo que te espera, otra "tarantinada" y, además, dura dos horas y media”
Quizá para esos jóvenes de la cola la distancia histórica les haga ver a Hitler y a los nazis como “malos” del pasado, como si fueran el doctor Petiot o a Jack the Ripper; a mi, sin embargo, estas falsificaciones de la historia no me hacen ninguna gracia. Ya me pasó recientemente con “Mein Führer”, una comedia de Dany Levi en la que aparece Hitler como un pobre diablo que mueve a compasión porque de niño le pegaba su padre.. El horror y la crueldad gratuita desatada por aquella gente no lleva en absoluto a ningún sentimiento piadoso; apañados estaríamos si a cada individuo al que ha apaleado su padre se dedicara de adulto a matar a millones de sus semejantes.con diferencias notorias: en el caso de “El gran director” de Chaplin, se trata de una parodia que aprovecha el parecido asombroso de un barbero con el carnicero austríaco, está además realizada en 1940, cuando aún no había sobrevenido la época más horrorosa del drama. En “To be or not not be” de Lubitsch, se trata también de actores caracterizados y tampoco se había alcanzado aún el culmen del horror (es de 1942).
Distinta de la falsificación histórica es la novela de Philip Roth que acabo de leer, “The Plot against America”,una extensa ucronía sobre la II guerra mundial que nos lleva a la reflexión de cómo hubiera sido la última década si los Bush juniors no hubieran trampeado las elecciones norteamericanas en el 2000. Pero, en fin, este es otro tema.
Volviendo a la película, creo que si me hubiera equivocado de sala, a los cinco minutos hubiera reconocido a Tarantino. Hay escenas en recintos cerrados que recuerdan vivamente a “Reservoir Dogs”.
Como en otras de sus películas, Tarantino divide ésta en capítulos, cada uno con su título. Es un recurso que le permite saltos en el guión sin que uno diga “anda, ahora aparece éste”.
(Voy a tratar de no ser spoiler, pero siempre se mete un poco la pata):
El primer capítulo es una muestra de buen cine: en un decorado campestre, bajo la música de “The green leaves of summer”, se desarrolla una escena de gran tensión psicológica primero, de desatada violencia después, y rematada por un plano sentimental.
Insisto en el buen hacer de Tarantino en los recintos pequeños de los siguientes capítulos. Las escenas a campo abierto están más cerca de las del western o del cine bélico.
Mención aparte merecen los actores: un Brad Pitt que parece Curro Jiménez, o quizás mejor “el Algarrobo” por su tosco acento, “upland south” en el caso de Pitt, que nos resulta muy difícil de entender a los que apenas manejamos el “inglés de la reina”.
Un muy bien elegido Daniel Brühl hace una parodia de un sniper a lo sargento York que promueve las carcajadas de un Hitler falsidentado.
Pero el descubrimiento de la peli es el del actor austríaco Christoph Waltz como coronel detective de las SS. Se me ocurre pensar si Tarantino había escrito este final para la película o si le ha ocurrido como a los productores de “El prisionero de Zenda”, aquella película de Richard Thorpe, en la que cuando descubrieron que James Mason se había comido al sosote Stewart Granger tuvieron que darle al “malo” una salida airosa (salta por una ventana, je, je).
Es de agradecer que, a diferencia de ciertos comic o western spaguetti, los nazis no aparezcan como una partida de mentecatos sino como individuos astutos y malvados.
JGM
1 comentario:
Esto es una sólo una prueba
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