Imagino que la primera intención de los responsables de los diarios es que los afamados den galanura literaria a la actualidad periodística. Algunos –pocos-, efectivamente, lo consiguen, aderezando con su ingenio los aconteceres diarios; no así la mayoría. No importa que los periódicos principales tengan un surtido cuerpo de analistas políticos, tanto nacionales como internacionales; muchos de ellos especializados en temas por regiones o por países; ni que cuenten también con especialistas en economía, en derecho o en cualquier otra área acotada de la sociedad; resulta, al parecer, inevitable que estas figuras de las letras, incluso del cine o de la tele, aprovechen sus columnas para pontificar sobre cualquier cuestión político-social. Los escritores de derechas, insultando al gobierno; los de izquierdas, generalmente menos hortaliceros, ofreciendo soluciones arbitristas a problemas de por sí complejos.
Un ejemplo muy reciente. En El País de anteayer (18/5/2011), y sobre el 15-M, una conocida escritora comienza su columna habitual diciendo: “Aún sin entender bien el eslogan que clama por una ‘Democracia real,…” Pues, señora mía, si no entiende usted algo tan simple: lo que ese clamor propone como otra teoría de la democracia, apaga y vámonos. Pero no, la señora, a pesar de mostrar su ignorancia política, acaba la columna llenándola de los tópicos más manoseados.
Aún recordamos la campaña que a derechas e izquierdas hicieron muchos de ellos contra la llamada “ley antitabaco”, incitando -como algunos hosteleros- a la desobediencia civil. En primer lugar, esa ley está vigente desde hace años en la mayoría de los países civilizados. En segundo lugar, fue aquí aprobada por el Parlamento con un amplio, si no total, consenso; y por último, a pesar del lenguaje insidioso de estos cronistas, el espíritu de la ley no era “prohibir” sino proteger la salud de los no fumadores, la mayoría de la población.
Otro ejemplo reciente de intromisión en la política se da en las generosas páginas que el mencionado diario ofrece al laureado Vargas Llosa, y que éste aprovecha para denostar a algunos candidatos a la presidencia peruana. Hizo campaña en nuestra prensa por su candidato Alejandro Toledo, pareciéndole males menores Luis Castañeda y Pedro Pablo Kuczynski. Rechazó, sin embargo, la de Ollanta Humala, por izquierdista y la de Keiko Fujimori, por populista, con una frase tan desafortunada como que decidir entre ellos era “como elegir entre el sida y el cáncer”. Al final, la pugna se dará entro los dos últimos. Vargas ya se ha decidido por Humala, recordando quizá que fue el padre de Keiko, Alberto Fujimori, quien, en 1990, derrotó al partido de centro derecha que lideraba el escritor, el FREDEMO, tras una campaña en la que el “chinito de la suerte” -Fujimori descendía de inmigrantes japoneses- hizo su campaña subido a una vieja camioneta y lo derrotó claramente.
No parece que ningún dios haya predestinado a este brillante escritor a los avatares de la política. Recordemos la polémica que creó tras sus críticas a un gobierno democráticamente elegido, el argentino, lo que motivó que algunos escritores intentaran negarle la presencia como invitado de honor en la Feria del Libro de Buenos Aires. Al final tuvo que zanjarlo elegantemente la presidenta Cristina Fernández. Y es que a pesar de su nacimiento en el cono suramericano parecía desconocer el hechizo que para los argentinos suponen Gardel, Perón y Maradona.
Hasta aquí se trataba de un simple preámbulo para comentar cómo algunos escritores famosillos se convierten por arte de magia en sesudos analistas políticos. Hace pocas semanas el diario varias veces mencionado up supra destacaba como titular en su primera página lo siguiente:
“Rubalcaba se queda en blanco cuando un periodista le pregunta sobre levantar la prohibición de mascar hoja de coca en Bolivia”
Digna de admiración parece la prudencia del político ante una pregunta tan capciosa, lanzada a bote pronto; así como insidioso nos parece resaltar esa noticia en un periódico serio.
Pero esto trataba simplemente de ser el comienzo de otra reflexión sobre la intrusión de los escritores en la cuestión de legalizar las drogas. Sucede que la política, hoy, está en la Puerta del Sol, y este bloguero se vuelve zumbando hacia allá.
(Continuará)
JGM
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