1) Mme Sarkozy (née Carla Gilberta Bruni-Tedeschi) ha traído una niña al mundo.
Algunos sostienen que la neonata le puede dar un empujoncito a papi en las próximas elecciones presidenciales francesas. Y es que la Sociología electoral es, casi casi, una ciencia oculta. Véanse si no los últimos resultados del PP y los pronósticos para el insustancial señor Rajoy en las próximas.
2) Los rebeldes libios matan a Gadafi con el apoyo de la OTAN.
Otra muerte anunciada. Una muerte que la ONU va a investigar por si se hubiera tratado, como barruntamos, de una ejecución sumaria, es decir, del linchamiento de un detenido.
Bien hecho por parte del organismo internacional. Para eso está el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La democracia tiene que guardar las formas, de ahí lo de “democracia formal”. Aunque, dicho sea de paso, la Historia suele verter pocas lágrimas por el deceso de tipos como Mussolini o Ben Laden; como tampoco lloró nadie –si acaso algún deudo- a los muertos de la noche de San Valentín. Durante 42 años ha venido masacrando ese beduino (pertenecía a esa etnia) a sus súbditos.
Parece que el panorama de los regímenes políticos medievales avanza su ocaso en África. Queda esperar un pronto tránsito de los octogenarios saudíes, y ¡alé!, las mujeres de Arabia a sacarse el carnet de conducir.
3) Obama anuncia que los soldados norteamericanos abandonarán Irak antes del final de año.
¡Más vale tarde que nunca! Ya sabemos que es un país que nunca debieron invadir; opinión corroborada por los acontecimientos del año presente, que han mostrado cómo los pueblos son capaces de librarse de sus sátrapas, sobre todo cuando estos dejan de estar respaldados por potencias exteriores que se estén aprovechando de sus materias primas.
Confiemos en que ese Derecho universal que citábamos más arriba sirva para juzgar a los dos merluzos* y al cínico catecúmeno inglés que originaron esa gran matanza, que ya ha durado nueve años.
4) ETA deja las armas tras 43 años de violencia y 829 víctimas mortales
El lazo de unión entre esta noticia y la anterior consiste en que se trata de sucesos históricos que nunca debieron producirse. La proclama de esos tres descerebrados carnavalescos ha sido, en general, recibida con júbilo; en muchos casos, con alivio; en otros, con escepticismo.
De los primeros comentarios y opiniones al filo de la noticia, este bloguero se queda con los dos que siguen. El primero lo escribe el profesor Daniel Innerarity (El País, 22/10/2011), quien piensa, como Epicteto, que lo que estremece a los seres humanos no son las acciones sino lo que se dice a propósito de las acciones.
En el segundo, es Manuel Vicent quien “literaliza” esa idea en su artículo de hoy “Los sapos” (El País, 23/10/2011), que comienza con el siguiente párrafo:
“Si el terror de ETA ha cesado definitivamente, en adelante el problema van a ser las palabras, a veces mucho más mortíferas que las pistolas, según cómo se pronuncien, según hacia donde se disparen…”
Se trata, sin duda, de una buena noticia, aunque siempre hubiéramos esperado algo más rotundo, con menos entresijos hermenéuticos. Pero bueno, creemos que puede ser el principio del fin. La democracia se ha mostrado siempre capaz de absorber y difuminar todo lo extraño a ella; así sucedió con el nazismo y el franquismo, y no cabe duda de que volverá a hacerlo con esa fracción criminal con veleidades políticas.
A tenor de lo expuesto en los dos párrafos anteriores, más difícil les resultará a los asesinos librarse de las condenas morales. Puede que muchos sigan jactándose en sus reductos de odio; nos parece tan inevitable como tener que ver cada 20-N a unos repelentes grupos de jóvenes y viejos ensalzando el franquismo desde su trasnochada guardarropía.
No anunciar su disolución es un punto negativo para la banda; primero porque resta convicción al comunicado; en segundo lugar, porque al seguir las leyes antiterroristas vigentes, la policía puede seguir deteniendo, y los jueces juzgando, a los miembros que permanecieran en la clandestinidad. Ello podría suponer un rechazo en la sociedad vasca, con acusaciones de ensañamiento sobre los que huyen.
El asunto de la entrega de las armas es más simbólico que trascendente, pero no creemos que las guarden como una contrapartida negociadora. Muchos depósitos están enterrados y olvidados porque quizá piensen que están controlados por la policía, aunque bien podían decir dónde se encuentran. Por otra parte, los explosivos tienen fecha de caducidad. Y en cuanto al “gran polvorín”, a lo mejor intentan revenderlo, qui lo sá. En cualquier caso, y dado el escepticismo que muestra Francia respecto a su fin, mejor harían diciendo, al menos a los flics, donde las esconden.
En cuanto a esa petición tan aireada, según la cual los terroristas habrían de pedir perdón a sus víctimas o a la sociedad, el tema es más moral que jurídico.
La ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, dicta que la responsabilidad criminal se extingue por el perdón del ofendido cuando la Ley así lo prevea; es decir, sólo en caso de “delitos privados”, no en el caso de delitos “públicos” o “semipúblicos”. El perdón habrá de ser otorgado de forma expresa por el ofendido. O sea que han de ser los ofendidos los que concedan el perdón.
El Código Penal recoge, sí, la figura del arrepentimiento como circunstancia atenuante, pero ha de producirse antes de la sentencia.
En suma, la petición de perdón es un asunto proteico, enraizado en la tradición de las religiones monoteístas (vid. Efesios 4:32, Hebreos 12:14-15; 9:22). Recordemos que la tradición de nuestros políticos es la de no pedir perdón por ninguna de sus tropelías. En todo caso, si un delincuente ha pagado su culpa, pedir perdón es un asunto exclusivo de su conciencia, no está obligado. Además, ¿se imagina alguien a alguno de esos tipos pidiendo perdón?
¿Qué acciones políticas emprender? Por parte del Gobierno, lo aconsejable es no hacer nada hasta después de las elecciones. Alguna patata caliente hay que dejarle al PP, si es que las gana. Después de las elecciones, una vez meditada la intención de la declaración, los temas a tratar por los recién elegidos representantes deberían seguir caminos tales como la derogación de las leyes antiterroristas inspiradas en la banda.
El TC, y si no, la Justicia, tendrán que decidir sobre la legalidad de la “doctrina Parot”, que equivale en muchos casos a una “cadena perpetua”, no contemplada en la Constitución.
Otro tema urgente será la equiparación de los presos por terrorismo con los otros penados, con las consiguientes beneficios a los que decidan acogerse.
Los indultos selectivos quizá deban ser cuidadosamente aplicados; no hay que olvidar a las víctimas y a sus organizaciones.
En fin, que la semana ha tenido recién nacidos, muertos y esperanzas.
Julio G Mardomingo
* Utilizamos la terminología jurídica del juez Del Olmo.
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