2012-01-21
Tinker, Taylor, Soldier, …Smiley
Recuerdo una vieja película de Rusell Rouse, “The Thief” (aquí se llamo “El espía”), cuya banda sonora no tenía diálogos, sólo música y sonidos comunes. En ella, un espía protagonizado por Ray Milland, descubierto y acosado, trata de huir, pero al final sucumbe ante los encantos de una sensual Rita Gam. La diferencia de aquella película con respecto a la mayoría del género es que Ray Milland protagonizaba a un físico nuclear que pasaba directamente su mercancía a alguna potencia extranjera. No era un agente que captara y vendiera la información de otros.
Hoy a los “Servicios Secretos” se les llama “de Inteligencia”, pero lo cierto es que aparecen un tanto devaluados y desacreditados. El más literaturizado, la CIA, fracasó rotundamente en la invasión de Bahía Cochinos, y posteriormente no evitó (que participara resultaría aún peor) en el asesinato de John Kennedy, en el de su presunto asesino; también en el del hermano del Presidente, Robert, y en el de Luther King. Tampoco consiguió, años más tarde, evitar el ataque de unos pocos islamistas fanáticos a las Torres Gemelas.
No es preciso ir tan lejos. En España, no quedó claro si el CESID organizó el 23-F o, simplemente, fue incapaz de descubrir el plan, a pesar de que aquel bigotudo chusco era un viejo conocido de todos. En todo caso, algunos de los hombres de J. L. Cortina, jefe de la AOME, participaron activamente en el golpe y fueron condenados.
Tampoco fueron capaces esos Servicios, años más tarde, de prever que unos magrebíes desarrapados produjeran la masacre del l1-M.
Incluso al temido Mossad le sorprendió la ofensiva egipcia del Yom Kippur en 1973. Cierto es que ha mostrado gran eficacia secuestrando nazis o asesinando a científicos o políticos islámicos en otros países.
Son numerosas las novelas de John Le Carré que se han llevado al cine. A pesar de haber escrito “Tinker Taylor Soldier Spy” en 1974, llega ahora a nuestras pantallas como ”El Topo”; bien que la BBC produjera en 1979 una serie televisiva sobre la novela, con sir Alec Guinnes como Smiley.
Suponemos que no lhabrá resultado fácil al director sueco Tomas Alfredson resumir en dos horas de proyección las 400 páginas de la densa trama de Le Carré –parece que éste, además de coproductor, ha orientado en algún caso a los guionistas.
La película discurre a varios niveles. El eje motor es descubrir al traidor en el pequeño grupo dirigente, en la “Cúpula”. Con este fin llaman desde Whitehall (sede de los ministerios de Defensa y de Marina) a George Smiley, espía que fue retirado del servicio junto con el ya difunto “Control”. La búsqueda de “el topo” sirve para descubrirnos los entresijos de la lucha del poder entre sus miembros.
Como decíamos más arriba lo que menosparece importar a ese grupo del MI6 son los servicios a la Corona. Al parecer se trata más de una red de contraespionaje que trata de prevalecer sobre otra red soviética. Los miembros dicen captar a funcionarios y ofrecen a los ministros unas informaciones secretas que suelen ser refritos de artículos que aparecieron en la revista Worl News meses atrás. Es decir, estos Servicios se sirven a sí mismos o a intereses espurios.
Otro nivel de la película lo constituyen las relaciones entre los miembros de esa “Cúpula”: lealtad, celos, traiciones, relaciones sentimentales,… Las relaciones amorosas de sus miembros son heterosexuales, bisexuales, homosexuales (tres gays dentro de este grupo supone una cierta sobrerepresentación) y, también, adúlteras.
La sangre, como producto de la violencia, sólo aparece en tres ocasiones: una en forma de charco, otra estampada en un muro y, la tercera, como una simple gota. El sexo está levemente insinuado.
Envolviendo todas estas acciones, la película discurre en un clima tenso pero contenido, con diálogos precisos y silencios significativos. Abundas las elipsis y algunos flashbacks ayudan a seguir la acción. Es una película elegante, con una ambientación deliciosa y unos personajes secundarios totalmente verosímiles.
La música de Alberto Iglesias, genial como suele ser en él. Al acabar la película, sobre un traveling paisajístico, se oye la voz de su homónimo Julio cantando en francés “La mer”, quizá la versión más “merengue” que hayamos oído nunca de la célebre canción.
Como siempre recomendamos ver su versión original. Las voces de Gary Oldman, John Hurt, Toby Jones y de Colin Firth -ahora sin tartamudeos- merecen el esfuerzo de leer los subtítulos, si necesario.
Julio G Mardomingo
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