Creo que lo menos importante de la agresión sionista a Gaza es la precisión de las palabras. Estamos dispuestos, si se trata de dialogar, a sustituir genocidio por matanza indiscriminada u otro sintagma similar.
Lo tenían todo calculado: cuándo comenzar a matar y cuándo dejar de hacerlo, parece que el supuesto fin venía determinado por la fecha en que ese desdichado torturador texano iba a dejar de protegerlos abiertamente. Ni siquiera se han ido, se han quedado detrás de la puerta, pero, hoy, han decidido proseguir sus atrocidades en el mar, bombardeando a los pescadores palestinos.
Se llegará a algún acuerdo de retirada ¿pudiera ser?. Pero siempre quedará una pregunta ominosa de los sucedido estas últimas semanas: ¿por qué los niños? ¿por qué se han cebado esta vez en los más desvalidos? Sabían perfectamente que los niños estaban refugiados en los edificios de Naciones Unidas, ¿por qué asesinarlos allá? Decir que las milicias palestinas les utilizaban como escudos humanos no deja de ser una repugnante falacia . No entraron ni en los edificios de Naciones Unidas ni en ningún otro para ver quién había allí: destruían todas las casas con bombas de fósforo, de racimo o con las armas más siniestras que poseen. Simplemente su goebbelsiana mentira nos llevaría a recordar una escena de la película “El tren de las 3:10 (a Yuma)” en la que tras un atraco, uno de los conductores de la diligencia se zafa de un asaltante y se escuda tras él amenazando con matarlo. La reacción del jefe de los bandidos, Ben Wade, es matar al cochero con las balas que atraviesan a la vez a su compinche. “Era un débil” dice del bandolero muerto.
No vamos a entrar aquí en analogías con lo sucedido en la comarca de Belén cuando gobernara el virrey Herodes; aunque ese pueblo tan amante de los Libros Sagrados, sí debería recordar esa leyenda neobíblica. Pero no, tenemos ejemplos más recientes: el del asesinato sistemático de niños judíos, gitanos o eslavos por las hordas nazis. ¿Acaso no han visto o leído, señores judíos de Israel y de otros lugares, “El niño del pijama de rayas"?
¿Por qué, los niños? ¿Lo sabe ese horrible embajador de Israel en España?
Señor Olmert y compañía, señores ciudadanos del Estado de Israel, mientras no contesten a una pregunta tan breve, tendremos que ponernos en lo peor.
Uno de los temores de los anexionistas de Israel es que el diferencial entre las tasas de fecundidad entre judíos y palestinos crece sensiblemente a favor de los últimos. Quizá sea eso lo que les lleva a buscar judíos por el mundo, principalmente en el este de Europa, para repoblar los territorios de los que han desalojado a sus habitantes ancestrales.
Insisto, las teorías pueden ser muy siniestras, pero en la palabra de esos guerreros deshumanizados queda cualquier otra explicación menoshorrible.
JGM
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