Ha transcurrido medio siglo entre la magnífica película de Delmer Daves de igual título –original y traducido- que la recientemente estrenada de James Mangold.
Recuerdo el protagonismo del reloj en la primera versión, que en el remake es menos significativo. Si grandes en el recuerdo son Glenn Ford y Van Heflin, no les van a la zaga el dúo actual de protagonistas: Russel Crowe y Christian Bale, secundados por actores como Peter Fonda o Ben Foster (la cara de “malo” de este último me parece comparable a la de su tocayo Ben Kingsley en “Sexy Beast).
La película parece el epítome de todos los westerns: Hay indios rebeldes, asalto a la diligencia, cazarecompensas, ganaderos, acosadores de ganaderos, construcción del ferrocarril con mano de obra china, agentes de
No se trata de una película de buenos y malos, no, aquí todos los adultos son en mayor o menor grado “malos”; aunque el malísimo Charlie (Ben Foster) sea un modelo de lealtad al jefe, mal correspondida, por cierto.
En los primeros planos, el protagonista, Ben Wade, aparece como un tipo cínico y sanguinario, en absoluto correspondiente con la cara noble y bonachona de Russel Crowe. Pasado el primer asalto reaparece ya como un romántico impenitente, y acaba colaborando a su propio ahorcamiento. Bien que un final abierto nos sugiere dos escapadas a lo Houdine: una, cuando le dice al ganadero “medio malo-medio bueno” que es la tercera vez que lo llevan a Yuma para ahorcarlo; la segunda, el plano final de su fiel caballo, escapado como el Zapata, siguiendo al tren donde va prisionero. Del resto de personajes, mueren casi todos, excepto los que prudentemente huyeron de la quema.
En los cines de Madrid la habían retirado de la programación normal de las carteleras, pero parece que la han repuesto.