2008-12-22

Los almuerzos de Rajoy


Dicen que el presidente Zapatero tiene “baraka”; sus opositores hablan de suerte inmerecida. A veces, los avatares de la historia favorecen a los políticos en el poder, pero no parece que haya sido en el caso de Zapatero. Los resultados de las últimas generales parecen indicar que en las de 2004 hubieran conseguido un resultado similar, aun sin el concurso de las bombas salafistas, algo que parece haber comprendido de una vez la dirección del PP y sus “mundanos”. Otros dicen que si se hubiera precipitado la crisis económica antes del 14-M , otro gallo les hubiera cantado -de ahí que el Presidente hubiera evitado la palabra fatídica en su campaña-. Un argumento poco verosímil, ya que parece demostrado que, en tiempo de vacas flacas, los electores prefieren las seguridades socialdemócratas a las migajas de la riquezas que pueda ofrecer el ultraliberalismo, véase si no cómo, en sus momentos más bajos, Felipe González venció a Aznar en 1993, con la crisis encima.
Quizá fuera más certero centrarse, en lugar de en esa “bendición divina”, en la “desgracia” de su oposición. Ahí, sí mostró su olfato Rodríguez Zapatero, cuando desdeñó cualquier alianza para la iniciada legislatura.
Veamos: a su izquierda, quedan los restos de IU, una coalición a la que Ley Electoral y la genética desagregante de sus miembros abocan a la insubsistencia -acaban de elegir como coordinador a un comunista (así, con su devaluada marca de fábrica), que incluso antes de ser elegido, y volviendo a aquella manía carrillista,
habla ya de convocar una huelga general.
Entre los grupos nacionalistas, parece que quien más quebraderos de cabeza produce al PSOE es el PSC, sus compañeros catalanes de partido; pero al final todo quedará en una riña familiar.
Y, por fin, el gran partido de la oposición, con el señor Rajoy al frente.

Cuando Aznar desveló a su “tapado”, Rajoy, uno recordó el nombramiento de Tiberio Claudio como emperador de Roma, una solución a las conjuras contra otro Tiberio y Calígula.
Rajoy, que en su trayectoria ministril había actuado como “comepiedras” del pre
sidente, se ve ungido por el dedo de éste y, claro, nadie rechaza un dulce.

Fueron dos derrotas muy duras, una como favorito y la otra como aspirante, que mostraron todo su dramatismo en la patética aparición en la tele, junto a su esposa, tras el segundo fracaso electoral. De seguir en la cabecera de la lista, todos preludian una tercera debacle. Ya se sabe que Aznar venció a la tercera, pero el héroe de las Azores tenía más carácter, es decir, más mal carácter a pesar de sus risotadas.

Si hay algo que nos parece admirable en el señor Rajoy es su sinceridad ante los micrófonos: hace poco dijo que la parada militar en homenaje a las Fuerzas Armadas le parecía una tabarra; asunto en el que coincidimos la mayoría de los españoles a excepción del núcleo más duro de su partido, que sigue considerando al Ejército como la columna vertebral de la patria.
Su última declaración en la televisión pública parece más reprochable, pues dijo que no había acudido a la votación final de los presupuestos generales para 2009 porque había quedado para un almuerzo.
Se considera que la función principal de los parlamentos, dentro de su control al Gobierno, es evitar en lo posible que éste proponga unos presupuestos a la medida de sus propios intereses políticos. De ahí que las disputas parlamentarias resulten muy enconadas en este tema.
Pero el señor Rajoy comentó a posteriori que creía que todo el pescado estaba vendido y que no merecías la pena darse una vuelta por la Carrera de San Jerónimo (la votación se resolvió por un solo voto y estuvo al borde del empate porque una diputada socialista se quedó atrapada en un ascensor del edificio del Congreso; también sucedió que otro diputado del PP voto a
favor, por error).
Ya le gustaría a la mayoría de los ciudadanos, votantes o no del PP, poder dejar de ir al trabajo pretextando un almuerzo.
Y cuál era el motivo de ese almuerzo tan trascendente, pues una reunión con el señor Mayor Oreja (me viene a la cabeza que este político llegó una vez tarde a una votación de los presupuestos vascos, haciendo que los nacionalistas consiguieran la aprobación tras varios años de prórrogas).
Pues parece que el asunto del otro día era proponer a este antiguo ministro de Interior como cabeza de lista para las próximas europeas. Resulta chocante que esa elección se resuelva en la cabeza de Rajoy entre el alcalde Gallardón –considerado por muchos como un demócrata, representante de una derecha moderna y moderada- y este residuo cavernario del aznarismo, por no dec
ir del franquismo.

Así pues, parece que al PSOE le basta con observar desde lejos lo que sucede en el principal partido de la oposición y entre sus múltiples presidentes:

-La indolencia política y la incapacidad resolutoria del actual presidente del PP.
-Las declaraciones patibularias del presidente fundador Fraga.
-Las recurrentes y rencorosas apariciones del presidente de honor del PP, el señor Aznar, lanzando su aguijón sobre su desagradecido pupilo gallego.
-La pugna entre Gallardón y la presidenta de la Comunidad de Madrid: una mujer ambiciosa, astuta, inculta, atrevida, ávida de poder, y dispuesta a no ceder ante ningún enemigo.

Un panorama propicio para que el presidente Zapatero siga mostrando su facetas más optimistas

JGM.

2008-12-11

El Día de la Inmaculada


El fragor desatado en la Primavera de los pueblos trajo consigo cierto despertar de las mujeres, algunas de las cuales se organizaron para reivindicar derechos políticos y derechos de género; muchas no sólo actuaron como compañeras del revolucionario, caso de Anita Garibaldi, sino de forma más independiente de los hombres, ya fueran las Vésuviennes o la indómita George Sand.

El beatísimo, y hace poco nombrado santísimo, Papa Pío IX, al que el comienzo de esa época fulgurante hizo salir por píes de Roma hacia la napolitana Gaeta, mientras los austríacos, que lo acusaban de “liberal”, ocupaban Ferrara., fue quien, quizá alarmado por el revuelo que podía organizarse en la mitad de su rebaño, decidió equiparar a todo esa mitad del género humano con la madre de Dios, de su dios.
Y aquí viene el intríngulis de la cuestión. Sabida es la extravagante manía que le tiene esa gente a la función sexual de los humanos, para la que el menor roce entre las gentes no es pecatta minuta; algo que convierte el pecado original en el pecado carnal. Así pues, aquel santo beato no podía imaginar a la
madre de Dios ni al hijo humanizado de éste, como frutos del pecado venéreo y decidió remediarlo.
Para ello, decidió este intelectual católico (¡otro!), reinante en época tan convulsa, luchar en varios frentes a la vez. Por un lado, denostaba de todas las derivas del enciclopedismo, hasta el punto de incluir en sus proclamas una tipología de aberraciones laicistas que ni el obispo Rouco podría enumerar. Por otro lado, intentaba que las mujeres permanecieran en su papel de madres amantísimas.
La conclusión del Pontífice fue hacer una declaración solemne que incluyera no sólo a los nuevos ismos sino también la irrefutable virginidad de la madre de Dios Parece ser que alguno de sus colaboradores –entre ellos nuestro Donoso Cortés- debieron decirle que no juntara churras con merinas; y así apareció por un lado el “Syllabus” como un apéndice que acompañaba a la encíclica Quanta Cura y, por otro, la bula Ineffabilis Deus, en la que se establece no sólo esa virginidad innegable
de María de Nazareth sino también la de su madre santa Ana.
Para que no quepa duda de la certeza de la afirmación, el propio Papa Pío Nono inventa el concepto de la infabilidad papal para sus dogmas.
La lógica del suceso es que, dado que los Evangelios no dudan del embarazo de María y del alumbramiento en el cobertizo de Belén, su concepción a petición del Arcángel la convertiría en la primera madre, el primer vientre, de alquiler de la historia.
Para reforzar esa leyenda los padres tridentinos instaron a los artistas a utilizar como modelos para la Virgen a muchachas impúberes y, para san José, a ancianos venerables, sin recordar aquel refrán cas
tellano de que “antes pierde el viejo el diente que la simiente”.

Llama la atención, con lo fácil que les resultaba a los griegos resolver las relaciones carnales entre dioses y humanos, la dificultad de estos cristianos para resolver esas cuestiones. Para los griegos, tras el sicalíptico encuentro de Leda con Zeus, padre de todos los dioses, Hermes pone los huevos resultantes entre los muslos de Leda para que lo “alumbre”. De cada huevo nacen dos mellizos, dos divinos y dos humanos.

La larga historia del cristianismo ofrece teorías más extravagantes para solucionar este problema; así, Agustín de Hipona, otro intelectual católico avant la page , proponía que la Virgen concibió a Jesucristo por una oreja - una historia que nos recuerda las audaces y lúbricas tentativas de un personaje del mexicano Fernando del Paso para con su prima, en la novela “Palinuro de México”.

La diferencia hoy día es que el Estado moderno griego no celebra con tanto boato oficial el alumbramiento de aquel “huevo”. Pero nosotros sí:
Los avatares de la historia hicieron que prácticamente coincidieran el día de la proclamación de la Constitución de 1978 (6 de diciembre) con el día de la proclamación de la virginidad de María de Nazareth y de su madre (8 de diciembre) ; y como esa separación entre conmemoraciones tan solemnes llama a un “puente” festivo en lo laboral; que si cae en mitad de la semana puede llevar a cinco días de asueto y, para los más espabilados, a toda la semana, hizo pensar a los políticos constitucionales en, si no hacerlas coincidentes, sí en hacerlas correlativas.
El Poder civil instó al Poder vaticano a mover su efemérides, y éste se negó, aduciendo como que ellos llegaron primero. Los empresarios, quizá los más perjudicados, se resignaron, con la excepción de los industriales de la distribución, probablemente liderados por el “gran almacén”, que aprovecharon la ocasión para separar la fiesta de la madre del hijo de Dios de la madre de los terrenales, y trasladaron la fiesta de esta última al mes de Mayo, un mes donde no se abarrota el consumo de regalos como ocurre en los treinta días entre el ocho de diciembre y el seis de enero.

Y aquí estamos, con una Constitución laicista en su letra y como si no hubiera transcurrido un milenio desde los sucesos de Canosa.

JGM

Arriba: "Inmaculada Concepción" de Murillo. Oratorio de San Felipe. Cádiz
Abajo: "Leda y cisne" Museo Matthiesen N.Y.

2008-12-02

Toros sin defensas


El castizo y chuleta Defensor del Pueblo ha soltado ¡en la COPE! otra de sus barrabasadas. Ha venido a decir ahora que los que estamos en contra de ese ritual salvaje, de las corridas de toros, somos tontos.
No voy a responderle diciendo que él a mi me parece un gilipollas, no, porque no creo que lo sea, pero sí pienso que como político, como político profesional, no le han movido nunca más intereses que los propios, los de su ambición personal. Probablemente fuera determinante esa semejanza con el que lo eligió para el cargo, el cada vez más sospechoso criminal de guerra, del que ahora aparecen pruebas fehacientes de haber ayudado a llevar al suplicio a tantos “presuntos terroristas”, sólo por plantar las pezuñas en la Mesa Oval.

Volviendo al “ombudsman”, creo que su trayectoria en la política activa no puede ser más turbia: comensal con los militares armadistas pocos días antes de la siniestra bufonada de Tejero et al, fue requerido como testigo al juicio de los golpistas –uno de los principales imputados le incluía en la lista virtual de de ministrables de Alfonso Armada.
Quizá por su judaísmo ancestral fue de los defensores a ultranza del establecimiento de relaciones con Israel, sin exigir ninguna contrapartida para favorecer el fin del conflicto judeo-palestino, por lo que muchos lo calificaron como “sionista”..

Una vez apagados los revuelos del 23-F, fue nombrado ministro de Justicia, y cuando Felipe González le comunicó su cese, dos años y pico después, no se lo podía creer: “Yo” “A mí” decía incrédulo y ofendido.

En el año 2000, fue elegido por Aznar para el cargo de DP- habría que conmoverse con la ingenuidad del PSOE por consensuar esa propuesta, si no fuera porque, ya en el Poder, apoyó su reelección en 2005. Ante su selección por Aznar, un cínico Zaplana vino a decir que tenían más candidatos “socialistas” en otra terna: el meapilas Vázquez, el apagacirios Bono o el irascible nacionalista español Rodríguez Ibarra. Afortunadamente, parece que los tres están a punto de abandonar la política, a no ser que a Bono se le ocurra formar el “ticket” con su amigo Gallardón para las próximas generales.

Creo que el apoyo del PSOE a este político, cuya deslealtad era ya notoria entre sus camaradas de última hora en el PC, es una más entre las explicaciones que el PSOE tendrá un darnos un día a sus votantes.

JGM

2008-11-07

"El tren de las 3:10 (a Yuma)"


Ha transcurrido medio siglo entre la magnífica película de Delmer Daves de igual título –original y traducido- que la recientemente estrenada de James Mangold.
Recuerdo el protagonismo del reloj en la primera versión, que en el remake es menos significativo. Si grandes en el recuerdo son Glenn Ford y Van Heflin, no les van a la zaga el dúo actual de protagonistas: Russel Crowe y Christian Bale, secundados por actores como Peter Fonda o Ben Foster (la cara de “malo” de este último me parece comparable a la de su tocayo Ben Kingsley en “Sexy Beast).
La película parece el epítome de todos los westerns: Hay indios rebeldes, asalto a la diligencia, cazarecompensas, ganaderos, acosadores de ganaderos, construcción del ferrocarril con mano de obra china, agentes de la Pinkerton, cantinera de pasado turbio, esposa e hijos de ganadero a lo “Shine”, incluso aparece el Séptimo de Caballería en el momento más álgido. En sólo dos horas nos ofrece el resumen de todos los tópicos de este género cinematográfico; nada que ver con el colosalismo de Cecil B de Mille

No se trata de una película de buenos y malos, no, aquí todos los adultos son en mayor o menor grado “malos”; aunque el malísimo Charlie (Ben Foster) sea un modelo de lealtad al jefe, mal correspondida, por cierto.
En los primeros planos, el protagonista, Ben Wade, aparece como un tipo cínico y sanguinario, en absoluto correspondiente con la cara noble y bonachona de Russel Crowe. Pasado el primer asalto reaparece ya como un romántico impenitente, y acaba colaborando a su propio ahorcamiento. Bien que un final abierto nos sugiere dos escapadas a lo Houdine: una, cuando le dice al ganadero “medio malo-medio bueno” que es la tercera vez que lo llevan a Yuma para ahorcarlo; la segunda, el plano final de su fiel caballo, escapado como el Zapata, siguiendo al tren donde va prisionero. Del resto de personajes, mueren casi todos, excepto los que prudentemente huyeron de la quema.
En los cines de Madrid la habían retirado de la programación normal de las carteleras, pero parece que la han repuesto.

JGM

2008-09-20

Malinterpretados o malentendidos

El motivo de este post es la abundancia de declaraciones que una vez salidas de las bocas de individuos más o menos notorios, y no alcanzando tal vez la aquiescencia del auditorio al que se suponía iban dirigidas o levantando reacciones no deseadas, mueven al emisor al yonodijeeso o al semehamalinterpretado; incluso, en el caso de algunos políticos al nonoshanentendido o, en otros más humildes, al “no nos hemos sabido explicar”.

Haciendo un poco de historia, recuerdo a aquel iluminado “consejero delegado” de IU, el parabolista Anguita, que, tras una campaña de acoso y derribo al PSOE, azuzado por Aznar, sólo consiguió añadir un escaño a su ya escuálida formación, bien que a costa de sacar del poder a la izquierda. ¡El electorado no nos entendido!, decía más o menos este comunista. El doctor Llamazares, algo más realista, echa la culpa de su tsunami a la Ley Electoral, que prima a los poderosos, sin reparar, quizá, en que es la misma ley que les permitió otrora una representación más adecuada.

Tras esas elecciones del 11-M, tampoco parecieron muy satisfechos PP ni PSOE con la recepción de su mensaje: Rajoy, porque no dudaba de su victoria, tras su alianza con el Cielo, con el lunático de la AVT, y tras arrebañar votos en colectivos agraviados, como el de los cazadores, que seguían queriendo extender el saturnismo con sus perdigones, o el de los afectados por el timo de los sellos, que pretendían que el Estado sufragase sus pérdidas como podrían pretenderlo los que dilapidan su patrimonio en la ruleta del casino.
El PSOE tampoco entendía muy cómo no había conseguido la mayoría absoluta tras el desaforado y desternillante cuatrieño del PP en la oposición.

Quizá sea el señor Rajoy el político que más declaraciones ha tenido que matizar a posteriori. Criticar que un número de trabajadores extranjeros legalizados cobran el seguro de desempleo, mientras que muchos andaluces van a vendimiar a Francia, no sólo significa una muestra racista de desprecio hacia los trabajadores extranjeros, sino un desconocimiento de la relación de seguro que mantienen esos y todos los trabajadores con la Administración.

Uno de los casos más recientes de expresiones desafortunadas ha sido el del presunto delincuente y presidente de la Diputación de Castellón Carlos Fabra, que cuando el portavoz de la oposición le estaba cantando las verdades del barquero, no sólo le retiró la palabra sino que lo llamó hijo de puta. Este prócer, que hace poco nombró a su hija senadora, como Calígula nombrara a su caballo, explicó que ese insulto en su tierra es algo normal.
Algo parecido sucedió cuando el más alto ejecutivo de la Selección española de fútbol, llamó a un jugador inglés “negro de mierda”. Incluso mi admirado escritor Javier Marías trató de quitar hierro al ex abrupto racista del señor Aragonés; hecho que mereció un duro comentario en el Süddeutsche Zeitung de Munich, bajo el título de “Los tres idiotas” que no eran sino el Presidente de la Federación, el Seleccionador y el propio Marías.

El caso más actual es el oscarizado Javier Bardem.
Entre los muchos problemas del PP, destaca su imposibilidad para conseguir una cierta hegemonía cultural entre actores, directores de cine o teatro, músicos o escritores “serios”del ámbito español; algún tipo de identidad cultural.
No recuerdo ningún caso en el que de este colectivo artístico surgiera un manifiesto apoyando a la derecha española. Sí, lo contrario.
Esta imposibilidad de identidad cultural con los famosos de estas artes hace que cualquier desliz de uno de ellos salte amplificado a los medios controlados por esa derecha. Primero fue Banderas, a quien el diario ABC acusó, no ya de huir de España sino de haber conseguido favores de la Junta Andaluza para vender jamones en EE.UU.
Ahora le ha tocado a Bardem. Javier Bardem, hijo de comunistas, suele aparecer como cabecilla de cualquier protesta contra los desmanes de la derecha: Irak, Prestige, sedaciones de Leganés,...Ahora ha sido este actor quien, quizá pensando que seis mil kilómetros son suficientes para que el viento borre las palabras, ha dicho que: “Los españoles son duros” y que “le dan ganas de decir ¡basta! Sois un puñado de estúpidos”. Desconozco lo que dijo en español delante de la traductora, pero en cualquier caso se trata de una oración condicional.
Creo que Bardem ni sabe ni le importa lo que diga de él el camarero del bar o el tendero de la esquina; es decir, que se está refiriendo, probablemente, a los componentes de los medios que no soportan ver a un “rojo” pasear por la “alfombra roja”con un óscar en la mano.

Hace ya bastantes años que Ludolfo Paramio, a la sazón miembro de la Ejecutiva del PSOE, dijera que “los periodistas son unos hijos de puta”, declaración que a mi me consta que no rectificó.
Fue, sin duda, una generalización exagerada. Personalmente, no creo que abunden más las malas personas entre los periodistas que entre los peritos agrícolas o cualquier otro colectivo. Lo que ocurre es que la función principal del periodista es largar, para bien o para mal de algunos.
Asi, en los medios hay individuos geniales que hubieran triunfado en cualquier otra actividad, ya fuera construyendo puentes o investigando en física cuántica. Hay otros, la mayoría, que llenan las páginas de los diarios con sus redacciones; y entre estos, los hay que se inventan conjuras de ácido bórico y matarratas, y otros que defienden el aborto a plazos. Para mí, uno de los problemas es que los periodistas tengan las columnas en propiedad, como los funcionarios sus plazas; lo que me hace pasar de largo por las páginas o soportar el mismo tostón cada día.

Y para acabar con lo de las maliinterpretaciones, trataré algo que, aunque surgido hace algunos meses, todavía sigue en el candelero. Y es que Savater, el autor del conocido “Manifiesto”, parece seguir insatisfecho con el eco de su escrito. En la cabecera de su primer intento de explicación en El País parecía indicar que no haría más apologías de su j’accuse, pero en la primera semana de septiembre insistía en otro artículo, diciendo que “un texto tan sencillo como el Manifiesto es patentemente malinterpretado”
Arranca éste último artículo con una parábola desafortunada sobre los que prefieren no oír. Todo el mundo lo ha oído (leído) y práen que entre los que lo han comprendido y jaleado no figuran quienes Savater esperaba; sí, por el contrario, los Dragó, F J Losantos o los Pedro Jotas y, naturalmente, el señor Rajoy, que se apunta a un bombardeo.
Los anhelados, o han hecho comentarios tibios o han guardado un prudente silencio.
Aparte de seguir intentando explicárnolo, qué otra cosa podría haber hecho el autor, además de de dejar de insultar a los que lo “malinterpretan”, de los que dice cosas como que él no se pone a cuatro patas como ellos, o que para esos no puede ser un insulto a la inteligencia; argumentos, creemos, poco apropiados para que un catedrático de ética defienda su postura.

Podría, Savater, haber hecho como Steiner, que tras el agravio comparativo que supuso una frase suya para el gallego frente al catalán: rectificó rápida y rotundamente.
O, quizá, a la vista de los palmeros que le han salido, podía también haber hecho como August Bebel, el poítico alemán de principios del siglo pasado que al ver, tras un discurso, como le aplaudía la derecha, se dijo algo así como “Qué tontería habrás dicho, viejo Bebel, que te aplaude la derecha”.

Otra posibilidad fuera la de seguir el sabio consejo de Sancho y decir que “cuánto mejor será no menear el arroz, aunque se pegue”

JGM

2008-09-05

¿Decisiones racionales en la 2ª GM?


Hace un año que se publicó en Inglaterra y en otros países de habla inglesa un nuevo trabajo del profesor lan Kershaw que, bajo el título: Fateful Choices: Ten decisions that changed the World[1] recoge las diez decisiones trascendentales que, según el autor, tomaron entre 1940 y 1941 los contendientes del Eje y los Aliados en los momentos más álgidos del comienzo de la segunda guerra mundial.

Este catedrático inglés de Historia Moderna de la Universidad de Sheffield ya nos asombró con su extraordinaria biografía de Adolf Hitler, dos tomos que suman en español más de 2.200 páginas y que sirven no sólo para describir la vida de tan nefasto sujeto, sino para analizar a sus secuaces más próximos y la complicidad tácita o expresa de la mayoría de los estamentos alemanes, así como el influjo del nazismo en la población. Pero además del interés como estudio político-sociológico, nos sirvió su inmenso y documentado trabajo para seguir día a día el curso de la guerra a través del prisma de su principal agente: el nazismo.

Elige el autor diez momentos en el período 1940-1941 en los que los dirigentes políticos de los países envueltos en el conflicto hubieron de tomar decisiones trascendentales.

El primer capítulo, que pensamos que el autor considera como uno de los momentos más trascendentales de la guerra, nos narra la decisión británica de seguir la lucha contra Alemania en mayo de 1940.

En algunos casos, creemos que más que de evaluaciones o preferencias se trataba de simples dilemas impuestos por el agresor: Francia, derrotada militar y moralmente, se rindió; mientras que Inglaterra, amparada por su insularidad, su potente armada, sus colo. El Gabinete de Guerra, presidido por Churchill, decidió entre el 25 y el 28 de mayo seguir combatiendo. Como si el dios de la guerra premiara las decisiones valientes, siete días después se completaba el rescate en Dunkerke del ejército expedicionario británico junto a un contingente franco-belga de casi medio millón de soldados). Poco después, entre Julio y Octubre, se libró una larga batalla aérea entre Alemania y Gran Bretaña, conocida como “La batalla de Inglaterra”. Los británicos lo consideraron, al igual que el “milagro” de Dunkerke, como una gran victoria. No cabe duda de que, si no una victoria, sí patentizó la imposibilidad para Alemania de invadir el Reino Unido. El propio Kershaw reconoce que las decisiones del Gabinete de Guerra entre el 25 y el 28 de mayo no cambiaron nada : “Britain was already at war with Hitler’s Germany, and now simply continúes to stay in the fight . Pero señala, eso sí, que una decisión tan crucial supuso rechazar la alternativa de una negociación con Hitler y evitar, así, las posibles consecuencias negativas de ese acuerdo.

El segundo capítulo trata sobre la decisión nazi de invadir la Unión Soviética, una decisión personal de Hitler de conquistar el último bastión del continente y mostrar, así, a Gran Bretaña el aislamiento en que quedaba. Un pretexto poco creíble, ya que desde que lo expuso en “Mein Kampf”, la suprema intención de Hitler era buscar “lebensraum” en el este, es decir, en Rusia. La invasión de Polonia fue un simple acercamiento a las fronteras rusas. Kershaw se centra en el wishful thinking de Stalin, que ignoraba los avisos de la inminente invasión nazi.

Probablemente, la decisión más trascendental fue, por parte de Hitler, fue la de invadir la Europa occidental, alterando así la “phoney war”, declarada en septiembre del año anterior. Quizá no entraba en sus planes iniciales luchar en oeste, pero la declaración de guerra por parte de Alemania y Francia le forzara a ello. El autor no incluye este hecho, ya que se ciñe estrictamente al periodo 1940-1941.

Hay tres capítulos que tienen un denominador común: la declaración de guerra del Tripartito a los Estados Unidos. Primero Japón, tras su sorpresivo ataque a Pearl Harbour y, cuatro días después, la de los otros dos miembros del Eje.

Kershaw se pregunta cómo pudo suceder que esos tres países, que no tenían ninguna posibilidad de atacar el territorio norteamericano, tomaran una decisión tan arriesgada a corto, medio y largo plazo, sin ninguna obligación pactada, ya que los acuerdos entre los tres sólo suponían el apoyo de los otros en caso de agresión de un tercero, hecho que sucedió a la inversa. En el caso alemán, considera que fue un gesto más de la irracionalidad del Führer en su huída hacia delante, tras ver fracasados sus intentos de derrotar a Gran Bretaña y de someter a la URSS (intentos fallidos de rendir Moscú y Leningrado).

En el caso japonés, parece que las decisiones tomadas en 1940 le forzaban a la acción un año después. Señala el autor que la incontinencia de sus jefes militares y el fatalismo del Emperador sólo contemplaban en su afán expansionista el dilema de ir hacia el norte (soviético) o atacar el sur (anglo norteamericano). Kershaw nos muestra que cualquier intento de evitar la guerra era renunciar al “incidente chino” y mandar a casa a las tropas desplegadas en el continente asiático; algo a lo que ni el Ejército ni la Armada japonesa estaban dispuestos a permitir.

En el capítulo dedicado a la Italia fascista, Kershaw muestra las dudas de Mussolini sobre cuándo intervenir. Ni el rey Victor Emanuel III, ni la opinión pública italiana parecían mostrarse muy por la labor. Finalmente entró en la contienda en Junio de 1940, deslumbrado por el derrumbe francés pero también cuando los alemanes empezaron a la imposibilidad de invadir Gran Bretaña y ganar, así, la guerra en el oeste. Cuatro meses después, decidió, unilateralmente, Mussolini la desdichada aventura de invadir Grecia –parece que Hitler pataleaba de rabia-. Y al año siguiente tomaba la, para el autor, hilarante decisión de declarar la guerra a los Estados Unidos.

Como parece norma en los profesores ingleses, el autor no se muestra, en general, insultante con los individuos. Puede hablar de lunacy en las consideraciones de los líderes o de psichofancy o inepcia en la de sus lugartenientes, pero llaman la atención sus juicios sobre la actuación italiana en el conflicto. Escribe Kershaw al final del capítulo dedicado a Italia:

“The imbecility of Mussolini’s decision reflected the dictator’s personal shortcomings. But it was also the imbecility of a political system”[2]

En el capítulo dedicado a la operación “Barbarroja”, la invasión de la URSS por los nazis, establece Kershaw un paralelismo entre Stalin y Hitler en cuanto al poder absoluto que detentaban, algo menos notorio en el caso de los otros miembros del Tripartito (ni Mussolini ni Kenzo o Tojo eran jefes del Estado), si bien la diferencia entre los dos dictadores era que mientras que Hitler destituía a sus generales, Stalin los hacía fusilar; un hecho que, en el segundo lustro de los treinta, consiguió descabezar el mando militar soviético. El autor valora, sin embargo, la decisión de Stalin de permanecer en Moscú cuando las tropas alemanas se encontraban a pocos kilómetros de la capital. La alternativa era la rendición o trasladar su puesto de mando detrás de los Urales.

Son dos los capítulos en los que Kershaw aborda la posición norteamericana tras la invasión alemana de Francia. Los comienzos del conflicto sirvieron ya para despertar la necesidad de reforzar el débil potencial bélico norteamericano –en 1933, su ejército contaba sólo con 140.000 soldados, una cifra ridícula comparada con la de los ejércitos europeos-. El autor, buen conocedor de las relaciones entre los poderes del sistema presidencialista norteamericano, describe los pasos meditados de Roosevelt para no enfrentarse al aislacionismo del Congreso ni a una poderosa opinión pública: el Presidente había hecho en 1940 una solemne declaración a las madres norteamericanas, prometiéndoles que bajo ningún concepto enviaría a sus hijos a luchar a ningún país extranjero.

Nos describe el autor cómo, pese al ansia de Churchill por ver a Roosevelt comprometido en la guerra, los pasos del presidente norteamericano fueron cautelosos. Tras un período de dudas, aprobó la cesión de cincuenta destructores, que aunque no prestaran una ayuda valiosa, sirvieron para elevar la moral británica y enfurecer a Hitler. Kershaw describe el talento carismático de Roosevelt, cuando, recurriendo a una ingeniosa parábola justificaba el deber de prestar la manguera al vecino de al lado si se incendiaba su casa, sin negociar previamente las condiciones del préstamo; convenciendo, así, a sus ciudadanos de la necesidad del acuerdo de “Prestamo y arriendo” por el que se enviaba material estratégico a las islas británicas. El paso posterior fue la protección de los convoyes que llevaban ese material. Roosevelt no tuvo necesidad de continuar su pugna política con el aislacionismo parlamentario ni con las reticencias de la opinión pública : el salvaje ataque japonés a Pearl Harbour y la irreflexiva declaración de guerra de los miembros del Tripartito zambulló bruscamente a Estados Unidos en el conflicto, ya mundial.

El último capítulo versa sobre el Holocausto. Duda el autor en señalar, dentro de la guerra más cruel que nunca haya sufrido la humanidad, cuál ha sido el mayor de los horrores: bombardeo masivo de ciudades indefensas, matanza de prisioneros de guerra, éxodos forzados de grandes colectivos, represalias sobre civiles, etc. Pero hay un hecho que para el autor señalará para siempre el summum del horror: la matanza planificada, burocratizada y sistemática de seis millones de judíos (señala el autor que el objetivo era el doble de esa cifra).

Establece Kershaw un paralelismo inicial entre la matanza de más de un millón de armenios en Turquía a principios del siglo pasado y el Holocausto. Una matanza indiscriminada aquella, cuya impunidad solía utilizar Hitler ante sus generales para persudiarles de perpetrar sus fechorías. De ahí que nos reafirmemos en que ningún crimen contra la humanidad debiera prescribir.

Tras la declaración de guerra a los Estados Unidos en diciembre de 1941, parece que Hitler decidió que ya no había ningún impedimento para llevar a cabo su larga y meditada intención de “limpieza étnica”, eliminando a los judíos de Europa.

El autor nos muestra que en realidad, la “solución final” no fue una decisión tomada en un momento preciso. Los orígenes se situaban en la paranoia lunática que Hitler ya mostraba en sus escritos y discursos veinte años atrás, sobre todo en su obra cumbre “Mein Kampf”, aunque ya lo había expresado en 1919, culpando a los judíos de la derrota alemana en la 1ª GM. No importaba que los judíos constituyeran una minoría (en 1933, eran el 0.76% de la población alemana) que no controlaba ningún área de influencia en el país e, incluso, que se sentían integrados socialmente. Ya en su biografía de Hitler, el autor intentó descubrir los motivos de esa paranoia en el Führer, sin llegar a ninguna conclusión; parece que hasta el médico que trataba a su adorada madre era judío.
Ya en 1933, comenzó el boicot a los negocios judíos. Siguieron las leyes que los incapacitaban para ocupar cargos públicos. Los pogromos de 1938 (Reichkristallnache) hicieron sonar todas las alarmas. La “profecía” de Hitler en enero de 1939 fue el aldabonazo final.
Bastantes judíos alemanes comprendieron que, parafraseando a Faulkner, “las malas personas no te engañan, no cambian nunca” y se exiliaron en ese período, malvendiendo sus propiedades o pagando ignominiosos “rescates” al Gobierno nazi.
Más trágica fue para el autor la suerte de los judíos soviéticos o los del resto de Europa, que de un día para otro vieron, desprevenidos e inermes, cómo caía sobre ellos la bota nazi. El autor nos habla de la complicidad que encontraron los verdugos alemanes en muchos de los países invadidos, por ejemplo en el
infame Gobierno de Vichy.

A lo largo del análisis de esos momentos trascendentes, no trata el autor en ningún momento de proponer ucronías. Incluso emplea en sus reflexiones finales el pasado de los verbos modales ingleses, por cierto incursivados: might, could; considerando los what if como meros ejercicios especulativos (“a harmless but pointless diversión from the real question of what happened and why”).

Las notas y la bibliografía utilizadas por el autor ocupan 112 páginas de la obra, lo que idea de la minuciosidad, el rigor y la pasión investigadora de Ian Kershaw.

Si bien el autor no explicita en ningún momento cuáles fueron los puntos de inflexión en ese conflicto, si facilita al lector la visión de cuáles fueron de los hitos que marcaron los cambios de rumbo en la contienda. Naturalmente, los más de seis decenios transcurridos permiten hoy este análisis, lo que no impide que imaginemos la dificultad de cualquier prognosis en aquellos días y veamos lo relatado con todo el dramatismo con que lo expone el autor.

Todas las guerras tienen componentes altamente irracionales, pero ante el momento histórico desconcertante en que nos sumerge el trabajo de Ian Kershaw, nos parece difícil contemplarlo desde un prisma polemológico, haciendo cualquier estudio científico de la guerra como fenómeno social.

Desde finales del siglo pasado, la Teoría de la Decisión Racional (Rational Choice) se ha convertido en una escuela fundamental de la ciencia política. En esta obra, anterior al establecimiento de esas teorías, nos encontramos con unos procesos de toma de decisiones (Decisión Making) que ya sabemos que no tienen por que ser racionales.

En suma, un penetrante análisis de unos momentos decisivos que presumiblemente cambiaran el curso de la Historia de la Humanidad y que no sólo alteraron los mapas geográficos y étnicos europeos, sino que afectaron en mayor o menor medida a todos los continentes.

JGM


[1] He leído en la Web que Editorial Península prepara una traducción de esta obra

[2] “La imbecilidad de la decisión de Mussolini reflejaba su mediocridad intelectual, así como, también, la imbecilidad de un sistema político”

(Las fotos corresponden a la obra comentada)

2008-08-10

Jordania, bien. Jerusalén, ¿bueeno?


Con sólo un día de anticipación decido ir de vacaciones a Jordania. No parece un problema para las agentes de viajes de Atrápalo. Un viaje anunciado para nueve días, que en realidad es de sólo siete, entre idas y venidas en avión.
El precio es razonable; los hoteles superan lo estándar y la comida es la más apropiada para bajar el colesterol y un par de kilos. Consiste en verduras variadas -predominan el tomate y el pepino-, pollo y pescado, alguna vez algo de cordero pascualón.
El guía que n
os tocó, Aiman, era ilustrado y ameno.

Jordania, una cuña entre Asía, África y el Mediterráneo, ha sido encrucijada de civilizaciones. Han estado por allí los bíblicos amonitas y moabitas; los nabateos, que esculpieron Petra; el gran Alejandro de Macedonia; los romanos que, bajo Pompeyo, incluyeron Madaba en la Decápolis; así como los bizantinos; los árabes, ya islámicos; los turcos seljúcidas y los otomanos; los caballeros cruzados y hasta el mítico Lawrence de Arabia, quien para nuestro guía, más que el libertador de los árabes, fue un agente del MI5 que intentaba follarse a todos los beduinos jóvenes.

El viaje, organizado por el mayorista DAHAB, sigue más o menos el itinerario programado. Comenzamos en Amman, con menos de tres horas de sueño. Desgraciadamente, apenas se visita nada en esta capital. Sólo se hace un recorrido panorámico en bus, y el último día dejan un par de horas para las últimas compras en el zoco. No se para ni a ver el teatro romano (6.000 plazas), ni el palacio Omeya (donde trabajan arqueólogos españoles), ni el Museo Nacional de Arqueología.

Hicimos un recorrido por los castillos del desierto, construidos por romanos, bizantinos y omeyas bien con fines defensivos, para descanso de caravanas o vaya usted a saber por qué alguien construye un palacio en mitad del desierto.

Tras una larga subida entre precipicios desérticos espeluznantes, llegamos a la cima del monte Nebo. Se pregunta uno qué demonios buscaría el buen Moisés en un lugar tan inhóspito (también el Papa Juan Pablo II llegó hasta allí para plantar un olivo).

Hacemos noche en el Mar Muerto, a algo más de cuatrocientos metros por debajo de los mares vivos. Al paso que va, primero por el desvío egoísta del Jordán por parte de Israel, y ahora por el embalsamiento del caudal restante, pronto estará muerto y enterrado. Los turistas se impregnan del barro negro, parodiando a la inversa a Michael Jackson. Nadar no es aconsejable, y flotar requiere alguna técnica, ya que el cuerpo flota pero la cabeza, más densa, tiende a hundirse, con la consiguiente entrada de salmuera en los ojos. En la orilla de enfrente, de noche, se ven las luces de Jerusalén; en realidad, se divisa desde cualquier punto elevado, dista sólo 88 Km. de Amman.

Tras una interesante visita a la “pequeña Petra” llegamos a la genuina, a la de las pelis. Se entra por la boca de un estrecho desfiladero y, tras recorrer un kilómetro, deslumbrados por el espectro de colores de las rocas, se desemboca en el “Tesoro”. A partir de ahí, los espacios se agrandan y se puede girar la cabeza para ver tumbas, cuevas, templos y fachadas talladas en la roca, como enormes vaciados para esculpir columnas y capitales de arriba hacia abajo. Hay incluso un teatro nabateo, ampliado por los romanos hasta dotarle de 7.000 asientos.

Casi tan impresionante como el Tesoro es el Monasterio, al que se accede subiendo más de ochocientos peldaños tallados en la roca. Por cuatro o cinco euros se puede subir en los burros que ofrecen los gitanos (parece que los gitanos vivían dentro de Petra hasta que fue declarada Patrimonio de la Humanidad. A partir de ahí, el Gobierno jordano les construyó albergues fuera de ella, y les permite entrar a trabajar de día. ¡Más generosos que los italianos de Berlusconi ya han sido!
El recorrido de esta visita supone sólo una pequeña parte del parque arqueológico de Petra, cuya extensión se acerca a los 300 kilómetros cuadrados, o a más de novecientos si se consideran todos los ramales de valles y cauces secos y las distintas rutas que seguían las caravanas.

La mayor parte del recorrido de tour es más o menos la de la antigua “Ruta real”, que con 5.000 Kms. llegaba desde Egipto hasta la Mesopotamia. Hoy ha sido sutituida por una austera autovía de cuatro carriles construida por los iraquíes.

Visitamos Madaba, cuya iglesia ortodoxa de San Jorge guarda un maravilloso mapa mosaico bizantino del siglo V, ensamblado con más de dos millones de piezas (teselas): una representación de toda la zona, desde el delta del Nilo hasta el norte de Palestina.

Recorremos en 4x4 una parte del desierto de Wadi Rum (Valle de la luna). Un paisaje increíblemente bello (recordamos “Lawrence de Arabia”). Parece que el gobierno jordano planea cerrar este parque natural para evitar su degradación y los expolios.

Llegamos hasta Aqaba, en el mítico mar Rojo. Los 41 grados a la sombra hacen que el agua de la piscina del hotel nos parezca helada.

Se visita Jerash, que quizá junto con la ahora turca Efeso sea una de las ciudades romanas mejor conservadas. Templos, arcos, dos teatros -uno para los patricios y otro para la plebe-, donde aún se ve la numeración de las localidades...Una maravilla

Jerusalén

El guía nos ofreció la posibilidad de, por un coste de 100 euros, cambiar un día de estancia en Amman por una excursión a Damasco o a Jerusalén. Él recomendó Jerusalén.
La mayor parte de los componentes del grupo aceptamos la alternativa, incluso sin que se nos dieran un folleto con las condiciones. (mal fait!).

Resumen:

La frontera sólo abre 12 horas, de 8 a.m.a 8 p.m. El viaje dura unas 4 horas en cada sentido, a lo que hay que añadir los márgenes para evitar llegar tarde y tener que pasar la noche en el no man’s land fronterizo; a eso hay que añadir casi una hora para comer en un lugar infecto, y dos paradas (una a la ida y otra a la vuelta para comprar baratijas en un centro comercial de carretera.
Los trámites fronterizos son enojosos e irritantes. Parece que, sobre todo en estos países, la autoridad se patentiza haciendo esperar a la gente de a píe sin motivos justificados. Un añadido puede ser la suma de antipatía, ineptitud, arbitrariedad y estupidez , incluso de insolencia policial.

En la frontera israelí no había ningún guía esperándonos, ni responsable alguno d

e la agencia (cuyo nombre ya era algo premonitorio: “La beduina”)
Pasada ya la frontera jordana, en el lado israelí, un joven ataviado con un polo naranja daba vueltas alrededor del autobús portando una metralleta “a lo Rambo”. Al cabo de un rato de espera, subió al autobús un funcionario, que preguntó si alguien hablaba inglés, “yes” -contesté- ;dijo pertenecer a los servicios de inteligencia y me pidió la lista de pasajeros. Yo miré al chófer israelí y le pregunté en inglés y en lenguaje gestual por esa lista; él conductor me devolvió una mirada vacía.”No list” –le dije disculpatorio al poli. Se marchó aparentemente resignado. Poco después subió el del polo naranja con la metralleta puesta. Nos pidió los pasaportes y luego se bajó a seguir con sus rondas armadas.

Cuando parecía que ya estaban salvados los trámites fronterizos, resultó que a una pareja de jóvenes, de un grupo que se había añadido al nuestro original, les retenían sin saber por qué Una chica de su grupo, decía que no les dejaban pasar porque eran vascos, trasla

dando, así, su victimismo a varios miles de kilómetros,. La realidad resultó ser otra.
Al cabo de una hora de espera me dirigí al único funcionario israelí que había por allí. Le pregunté qué pasaba y que si podía hablar con alguien con capacidad de decisión.
“Wait five minutes” -me contestó. “O.K. I`ll be back in five minues”-respondí. Al cabo de un ratito se levantó de su ordenador y pasando por delante de mí, me dijo, irónico, en perfecto castellano: “Ya han pasado los cinco minutos”. Le volví a preguntar qué pasaba , y me dijo que los chicos acaban de venir de Siria o de Yemen y que tenían que pedir permiso al Ministerio de Asuntos Exteriores para dejarlos entrar en Israel.
Parece que cualquiera que vaya a hacer un recorrido por esos países debería ser consciente de que algunos de ellos viven un precario armisticio dentro de una situación de guerra. Los guías recomiendan no dejar que sellen los pasaportes si pensamos ir a un país que consideran hostil. El joven dijo al subir “Se siente”, un lacónico sintagma impersonal.

Al cabo de unos 50 kilómetros paró el autobús para recoger al guía israelí. Se trataba de un brasileño que apenas hablaba español y se empeñó en meternos en todas las iglesias que jalonan la “Vía Dolorosa”, algunas de reciente construcción. Allí, nos pormenorizaba el Nuevo Testamento, bien que en su portugués de Brasil. (podían haber elegido a un sefardí, pensé yo)

Ya a la vuelta, me dirigí al guía de “La beduina” para expresarle mis quejas, pero en seguida me interrumpió airada una mujer del grupo insinuando que no era para tanto. El resto del bus, o bien se resignaba o sufría algún “síndrome de Estocolmo” y protegía tácitamente a quien no cumplió lo contratado.
Al día siguiente, nuestro guía “natural” cortó radicalmente el primer comentario negativo diciendo que él no tenía “nada que ver” con esa excursión, a pesar de haber sido él quien nos vendió la “moto”. Nadie rechistó.

JGM

2008-08-08

Apostata si puedes


Tal como explicaba en otra entrada de este blog, en enero de este año empecé los trámites para que la Iglesia Católica me borrara de sus archivos, en los que como sabemos nos metía de cabeza la dictadura militar-clerical.

Al cabo de un mes recibí una carta del obispado (la parroquia no me contestó) que incluía un formulario para devolvérselo una vez cumplimentado. El formulario requería la autentificación de mi personalidad por un notario, bien canónico, bien civil, así como los datos episcopales parroquiales de mi bautismo (¡como si no obraran en su poder!).

Me decidí por el notario eclesiástico. Fui a la parroquia de mi bautismo: tenía un horario muy limitado , tres días por semana. Nada más entrar vi un cartel que decía que sólo se atendía a los empadronados en ese distrito. Marché.

Recurrí a la parroquia correspondiente a mi domicilio actual, la que se conoce como la “Catedral de Pozuelo”, una iglesia pseudo mudéjar que me recuerda la fábrica de mantas Casa Ramona del modernismo industrial barcelonés. Una construcción que tiene su morbo, ya que a comienzos de este siglo, el párroco y su tío carnal (el arquitecto) estuvieron a punto de llegar a las manos por discrepancias en el proyecto .Parece que hasta se pidió la mediación del finado Papa Juan Pablo II.
Allí, una secretaria tomó el papel, lo leyó con la expresión de estar contemplando las tesis de Wittemberg y me contestó que “eso” lo tenía que firmar el párroco. ¿“Y cuándo está él”? pregunté. “Ah, el párroco sólo viene los domingos por la mañana”, respondió, “Vaya, no es que trabaje demasiado”, añadí. “Está toda la semana viajando, dando cursos y conferencias” acabó, fulminante, la secretaria o sacristana.

Un domingo por la mañana me planté en “la catedral”. Tuve que esperar 10 minutos antes de poder entrar a la sacristía porque, acabado el oficio, un gentío impresionante taponaba la salida. Afuera, chicas y chicos sonrientes vendían rosquillas. Al final conseguí entrar y me dirigí a uno de los tres curillas jóvenes y atléticos que zascandileaban gozosos sonriendo a las feligresas. Uno de ellos, cubierto por una sotana blanca impoluta, se dirigió a mí empleando el tuteo generalizado de los cuáqueros y de los policías. Al leer la petición dijo con tono serio que eso era cosa del párroco. Al final apareció el “jefe”, leyó el papel y dijo sin mirarme siquiera. “así, que quiere apartarse de la fe católica” (o algo por el estilo) , “Sí”, respondí. “Pues muy bien, ¿dónde tengo que firmar” Entendí que me estaba diciendo que lo que le sobraban eran fieles y lo que necesitaba era más espacio para acogerlos. Me fui con la solicitud firmada y la envíe al Obispado, donde parece que, como los operadores telefónicos, no están dispuestos a soltar a sus ovejas con la misma facilidad que el párroco de “la catedral”.

Fallidos los trámites, me he dirigido a la Agencia de Protección de Datos; les he enviado copia de todo el papeleo

Imagino que si la Administración resuelve el asunto, la prueba del algodón será pedir un certificado de bautismo en la parroquia y ver qué dicen.

“EL INQUISIDOR TACHADO DE HEREJE”

EL PAÍS del pasado 13 de julio recoge una noticia con este título, al que sigue: “El nuevo secretario del ex Santo Oficio, el jesuita Ladaria, investigado en España por un libro sobre el pecado original”.

El perseguidor del inquisidor es el padre Iraburu, que critica así al viceministro vaticano para la Doctrina de la Fe:

“La Iglesia cree desde antiguo que los niños deben ser bautizados, para que la regeneración limpie en ellos lo que por generación contrajeron....”

Parece que el intríngulis de la cuestión está en que el jesuita cree que la transmisión del pecado original es “histórico”, es decir, que lo heredamos de la desobediencia de Adán y su parienta. Pero el padre Iraburu sostiene que el pecado original del neonato radica en el “polvo” que inicia su recorrido por este mundo.

Y es que el peor pecado para esta gente es un buen “polvo” aunqu esté santificado por el matrimonio. De ahí que Agustín, el santo de Hipona, sostuviera que -no recuerdo bien- si la Virgen fue concebida por una oreja o parió a través de ese pabellón auricular. Supongo que sería lo segundo porque sino parecería más propio de una novela del mexicano Fernando del Paso.

¿ADÓNDE VAN LOS APÓSTATAS?

Con estos vaivenes que da la doctrina papal, y aceptando la persistencia de la identidad en una vida ultraterrena, no sé muy bien donde iría yo a parar si tuviera la mala suerte de que entre las 15.000 religiones que parece haber en este mundo, la CAR fuera la verdadera.

El infierno parece que desde JPII es sólo un “estado”. Y que el Purgatorio, ese gran invento comercial de mediados del siglo XII, se acabó (probablemente dejó de dar beneficios)

Así que, dado que creo ser buena gente, debería tocarme el Limbo, que debe de ser un lugar tan tranquilo como Soria o Ávila

JGM

Arriba "La catedral" de Pozuelo de Alarcón
Abajo : Juan de Borgoña"Descenso al limbo" (Parte del retablo de la Catedral de Ávila).

2008-07-15

¿Alpargatas o espardeynas?


Al finalizar el congreso vasco del PP, el electo Basagoiti acusó al PNV de “engordar” a ETA. . Dijo textualmente el nuevo líder que el PNV “camina al paso de una ETA a la que está legitimando y fortaleciendo, a la que está engordando política y socialmente”.

En principio, esto suena como un homenaje póstumo a la defenestrada María San Gil. Una declaración retórica para contentar al casi 20% de oponentes, y que podría matizarse en el tiempo.
El problema para el PP es que son muchos los que creen (creemos) que la combativa San Gil (al igual que Rosa Díez) tienen un punto de razón. Con una ETA acorralada, aquí e internacionalmente; con unos líderes políticos encarcelados; una base social cada vez más hastiada, bastaría sólo con que el PNV mandara parar para terminar con la larga pesadilla. Pero no, el lehendakari Ibarretxe y el presidente Urkullu parecen haber decidido que ¡ahora o nunca!. Quizá sean los menguantes deseos independentistas de los encuestados lo que les obligue a huir hacia delante, pero el caso es que la irrealizable consulta sobre la autodeterminación sólo puede servir para darle un poquito más de oxígeno a ETA.

El problema para el PP radica en que, con los símbolos que ha venido manejando frente a los nacionalismos, una cosa es sentirse cargado de razón, y otra, aferrarse a ella en la contienda política. El PSOE vio claramente este dilema entre convicción y responsabilidad política, y envió a Rosa Díez lo más lejos posible, a Bruselas. Otro tanto hizo en su momento José María Aznar con el incómodo líder del PP en Cataluña, Alejo Vidal-Quadras, enviándole al mismo destierro político ante los requerimientos del honorable Pujol. Y es que la voz afónica de Vidal-Quadras resonaba ante el menor agravio al nacionalismo español en Cataluña. Así, por ejemplo, si una tienda de calzado mostraba su dedicación únicamente en castellano, venían los mossos y la multaban, pero si otra se anunciaba sólo como “ESPARDENYAS”, pues no pasaba nada. Eso sí, Vidal-Quadras proclamaba a los cuatro vientos el agravio comparativo, y pedía que debajo del rótulo figurara otro que dijera “ALPARGATERÍA”

Veamos: En primer lugar, este diputado del PP parecía ignorar que la capacidad sancionadora es potestad del Poder político, en este caso del poder municipal o el autonómico, que en su feudo actúan con cierta mano ancha.
Pero más sencillo le hubiera sido reconocer que, en una ciudad como Barcelona, la inmensa mayoría de los ciudadanos que pasaran por delante de la botiga sabían que lo que allí se vende son zapatillas.

JGM

2008-07-11

Mi patria es mi lengua


“A língua é minha pátria
E eu não tenho pátria: tenho mátria
E quero fratría” (Caetano Veloso “Lingua”[1])


BILINGÜISMO EN BARCELONA

Ya he comentado anteriormente en este blog la facilidad con que en Barcelona se resuelve cada día el asunto del bilingüismo.

Leo ahora en el relato: “Barcelona”, del libro “El tema del tema”, de Quim Monzó, cómo este autor subió una vez a un taxi en Barcelona y mantuvo con el conductor un diálogo tal que asÍ.

(Quim):“Bon dia. A la Gran Via cantonada Borrell, sisplau”

(El taxista)“¡Vamos para allá!”... Yo soy de Zamora...

(Q) “Només hi he estat una vegada, a Zamora”.

(T) “Cogeremos Viladomat hasta Gran Via..”.

(Q) “De l‘avinguda de Roma cap avall és de baixada...”

Al cabo de un rato el taxista le pregunta a Quim de qué zona de Cataluña es.

(Q) “¿Jo, de Barcelona?. De l’Eixample”

(T) “Pero ¿donde nació?

(Q) "A les Corts..."

Se pregunta perplejo Quim por qué la extrañeza del taxista, hasta que lo ve claro: Al responder el chófer en castellano a su saludo en catalán, debería el escritor haber conmutado al idioma del zamorano, tal como acostumbra a suceder cada día en Barcelona.

El manifiesto castellanista

El filósofo vasco Fernando Savater, es el único español que figura en la segunda lista de los cien intelectuales más influyentes del mundo, según las revistas Foreign Policy y Prospect.

Bueno, el caso es que este pensador-que ocupa el puesto 54 en ese ranking mundial (uno creía que estas cosas sólo se aplicaban a los tenistas)- ha largado un manifiesto en defensa de la lengua castellana frente a los peligros que la amenazan por parte de las lenguas cooficiales de las autonomías, sobre todo por la lingua catalana.

No importa que el autor reconozca –bien que posteriormente- que difícilmente puede sentirse amenazada una lengua hablada por 400 millones de habitantes por otra conocida sólo por nueve millones, en su mayoría bilingües. Su empeño es el de defender la lengua común frente a las demás: oficiales pero menos.

Comienza el escrito, Savater, mostrando su preocupación por la situación institucional de la lengua castellana desde hace algunos años. Efectivamente no hace tantos que ese “problema” lo resolvían en Cataluña, de forma contundente, los hermanos Creux.

El manifiesto llega a alcanzar aspectos conminatorios cuando solicita del Parlamento español medidas tan drásticas como la reforma de la Constitución. –parece que en este país a todo el mundo le gustaría tener una Constitución a su medida-. Más aún, escribe este filósofo que esas medidas pueden “exigir” también modificaciones en algunos estatutos autonómicos (ya sabemos en cuál). Pese al tono político de la soflama, parece no darse cuenta el autor de las dificultades que tendría su proyecto. Dado que el partido de sus simpatías, -el de la señora Rosa Díez-, sólo cuenta con un escaño en el Parlamento, y lo obtuvo por Madrid, ´¿cómo piensa forzar a los parlamentarios catalanes a que rotulen como él quiere? ¿Enviándoles a algún descendiente del duque de Berwick?

Lo primero que puede uno preguntarse ante la inoportunidad y superfluidad de este escrito es a quién beneficia, es decir, a quién pretende, Savater, beneficiar políticamente , ¿a su adorada señora Díez?
Lo cierto es que donde mas regocijo y entusiasmo ha obtenido su iniciativa ha sido en los medios del “mundo” del ácido bórico y de todos “losantos”.

Aunque sólo sea por coherencia intelectual, debería, quizás, el autor , o bien abominar de su pasado volteriano, o bien recapacitar sobre su progresivo pensamiento demaistresiano.

Personalmente opino que, en el siempre conflictivo aunque llevadero tema autonómico, se trataría de tender puentes y no de levantar agravios gratuitos.
Y por lo que a la cuestión lingüística respecta, deberíamos convenir, con el profesor García Calvo, que la lengua no es de nadie.

JGM


[1] La canción de Veloso se basa en un retazo del “Libro del desasosiego de Bernardo Soares”, un heterónimo de Fernando Pessoa.

2008-07-03

¡Di "CRISIS" y serás libre!


He visto en la tele el debate en el pleno del Congreso, en el que, con motivo de la “crisis” económica, la mayoría de grupos parlamentarios había requerido la presencia del presidente Rodríguez Zapatero.

Comprendo el interés de los representantes de los grupos políticos por ejercer su control al Gobierno y mostrar, así, su propia existencia política. Menos comprensible me parece que el presidente quisiera delegar la responsabilidad en el ministro Solbes; porque si bien es éste el ministro de Economía, también es cierto que, ante una situación de “crisis”, sea el Presidente quien deba informar a la ciudadanía.

Supongo que entre los principales interesados en fajarse con el Presidente figuraba el resucitado Rajoy. La realidad parece haber superado al personaje, y la actuación del líder del PP me ha resultado de lo más decepcionante. A mi entender, Rajoy ha mostrado su lado más oscuro -cuando lo enfocaba la cámara, al lado de los ojos vivarachos de su portavoz Soraya Sáenz de Santamaría, él parecía mostrar la misma imagen de la noche del 9-M.
Parece no haber abandonado, Rajoy, la costumbre de insultar y, así, ha repetido hasta la saciedad que Zapatero había engañado a los españoles para ganar las elecciones. El Presidente ha contabilizado el número de veces que repetía el insulto y, en su turno de réplica, le ha respondido algo así como que cada vez que pierde las elecciones le culpa a él en vez de culpar al electorado. Lo más triste de su intervención es que ha repetido un gesto que ya, en 1993, contribuyó a que Aznar perdiera las elecciones frente a Felipe González, a pesar de los sondeos favorables. En aquella ocasión, Aznar apareció en el debate frente a las cámaras con un libro-cuaderno debajo del brazo, donde decía estaba contenido su programa; González le instó a que mostrara la página en que trataba de las pensiones públicas y Aznar se escabulló con su libro debajo del brazo. Hoy, Rajoy despidió su primera intervención agitando unas hojas de papel en la que decía que constaban sus propuestas para enderezar la crisis; quizás no suponía que tendría otra oportunidad de hablar, pero el caso es que aunque sólo fuera por alusiones se vio obligado a hacerlo...y, nada, ni pum de propuestas. Las únicas sugerencias tangibles fueron las del representante de CiU, Duran i Lleida, aunque algo abstrusas y quizá incomprensibles para la mayor parte de los oyentes: desvío de dineros de aquí para allá o cosas para mí no demasiado claras. Eso sí, una invitación a la colaboración con vistas a los Presupuestos del otoño. Ridao, de Esquerra Republicana de Cataluña, amenazó con el no a los Presupuestsos.

Azpiazu, representante del PNV, se sintió ninguneado por Zapatero y así se lo recriminó. El Presidente se disculpó diciendo que su respuesta iba dirigida a todos los grupos. El vasco acabó alabando los logros de su comunidad (frente al desastre españolista, suponemos), para nada habló del proyecto independentista ibarretxeano (sólo el Presidente hizo una alusión negativa a ese asunto), al final acabó también amenazando con la soledad al Gobierno en los presupuestos del otoño.

Más enfadado parecía Llamazares, porque a pesar de que Zapatero se había dirigido a él en los términos más cariñosos y familiares, una leve ironía del Presidente sobre el grupo IU le encrespó hasta el punto de que, en su réplica, Zapatero hubo de pedirle disculpas. Y es que la más leve ironía sobre el presente de esa coalición puede interpretarse fácilmente como un sarcasmo.

La representante canaria sólo pidió ayuda para el sector turístico, la única industria significativa del archipiélago. El representante de Esquerra y la de Nafarroa Bai intentaron mover agua hacia su molino, y ahí quedó todo.

En suma, parece clara la tendencia hacia el bipartidismo: Zapatero, favorecido por el procedimentalismo parlamentario, sólo prestó atención al principal partido de la oposición, y una mínima cortesía parlamentaria al tercer partido, CiU, con el que parece que habrá de contar para aprobar los presupuestos.


Say the word and you'll be free.

Say the word and be like me...” (The Beatles)


Es curiosa la transformación en las últimas legislaturas de los debates en pura logomaquia. En la anterior, el conflicto vino por el término “nación” en el Estatuto de Cataluña y, ahora, el intríngulis está en la palabra “crisis”, un término que el Gobierno, incomprensiblemente, se niega a pronunciar, excepto para el sector de la vivienda.
Quizá sea que para muchos, el término evoque la crisis del 29, cuando los banqueros se lanzaban contra el pavimento desde los rascacielos de Wall Street. Posiblemente se solucionara el conflicto lingüístico asignando grados a las crisis, como se hace con los terremotos.
El caso es que por primera vez, los grupos parlamentarios, a excepción del partido del Gobierno, parecieron unánimes en sus críticas al considerar que la postura de Zapatero frivolizaba la “crisis” (o como queramos llamarla).
También criticaron todos lo de los 400 euros: hasta Llamazares contó que había salido a tomar una caña al bar de enfrente y el camarero le había dicho que el beneficiado había sido su patrón, no él (según lo contaba, Llamazares parecía darse cuenta de lo frívolo que resultaba ir a tomarse cañas a la calle mientras se discutía un asunto tan serio en la Cámara)

Parece que el único suspense se resolverá en el otoño, con la aprobación de los presupuestos. Se vislumbra que Zapatero podría contar con el apoyo de CiU, ya que su portavoz, Durán i Lleida, ha sido el único en plantear medidas para paliar la crisis y no me parece complicado para el Gobierno su aceptación.

En cuanto a los aspectos mas “teatrales”, señalar las tablas que va adquiriendo Zapatero, a pesar de su soledad, y el negativismo que emana el ganador del congreso valenciano del PP. Parece poco probable que alguien apueste por su candidatura a la futura Presidencia del Gobierno.

JGM