El pasado domingo (22/1/2012), el candidato francés a la Presidencia, François Hollande, adelantó dos de las medidas que propone en su programa: una, la reforma profunda del sistema bancario; la otra, una laicidad radical que incluiría en la Constitución la ley de 1905, que define la separación de las iglesias y el Estado.
Algunos expertos en laicismo lo ven complicado porque aún conserva vigencia el Concordato de la Convención del 26 Messidor IX (1801) firmado entre el papa Pío VII y Napoleón I. El concordato tiene dos avenant que tratan sobre alguna extraterritorialidad.
La citada ley de 1905 prohibe la ratificación de concordatos y es suficientemente taxativa en cuanto a la separación entre esas dos instituciones, es decir, no deja dudas en cuanto a la laicidad del Estado francés. No obstante, el candidato socialista está decidido a representar una izquierda sin complejos y pide sellar esa ley en la Constitución.
En España sigue vigente al Concordato franquista de 1953, que comienza como sigue:
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INTER SANCTAM SEDEM ET HISPANIAM
SOLLEMNES CONVENTIONES*
CONCORDATO
ENTRE
LA SANTA SEDE
Y
ESPAÑA
En el nombre
de la Santísima Trinidad
La Santa Sede Apostólica y el Estado español, animados del deseo de asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida religiosa y civil de la Nación española, han determinado estipular un Concordato que, reasumiendo los Convenios anteriores y completándolos, constituya la norma que ha de regular las recíprocas relaciones de las Altas Partes contratantes, en conformidad con la Ley de Dios y la tradición católica de la Nación española.
A este fin Su Santidad el Papa PÍO XII ha tenido a bien nombrar por su Plenipotenciario a:
Su Excelencia Reverendísima Monseñor Domenico Tardini, ProSecretario de Estado para los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios,
y Su Excelencia el Jefe del Estado español, Don FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE, ha tenido a bien nombrar por Sus Plenipotenciarios al
Excmo Señor Don Alberto Martín Artajo, Ministro de Asuntos Exteriores, y al Excmo Señor Don Fernando María Castiella y Maíz, Embajador de España cerca de la Santa Sede,
quienes, después de entregadas sus respectivas Plenipotencias y reconocida la autenticidad de las mismas, han convenido lo siguiente:...
No resulta sorprendente la vigencia de este pacto si recordamos que también sigue vigente el Reichskonkordat que acordaron Hitler y el filonazi Pacelli en 1933. Tanto en el caso alemán como en el español, los concordatos sirvieron para dar legitimidad a ambos regímenes criminales. En el caso español, sólo se hicieron modificaciones a partir de 1976, con la derogación de varios artículos y la inclusión, en 1979, de cuatro acuerdos que, mencionando constantemente la vigencia del Concordato de 1953, condicionan el ejercicio de las libertades públicas no sólo de los creyentes sino de todos los españoles; es decir, unos acuerdos contrapuestos a la Constitución aprobada por los españoles en 1978. Los cuatro documentos añadidos en 1979 tratan sobre asuntos jurídicos, temas económicos, sobre Enseñanza y Asuntos Culturales y, por último, sobre la asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas y el Servicio militar de clérigos y religiosos. Tanto el Concordato como sus modificaciones tienen el alcance jurídico de tratados internacionales, lo que no implica que no se pueda denunciar unilateralmente. Ya en la citada revisión tras la muerte del déspota se derogaron muchos artículos de 1953.
¿Por qué los socialistas franceses proponen esa medida, que aparece como algo simplemente formal- la ley de 1905 garantiza la laicidad del Estado?
La pregunta intencionada es ¿Por qué los socialistas franceses avanzan en la laicidad y los socialistas españoles, que han gobernado durante 20 años, algunos con mayoría absoluta, no han hecho más que darle jabón a una jerarquía católica cada vez más desagradecida y ultramontana ¿Qué tienen nuestros socialistas? ¿Temor de Dios o temor al Vaticano? Incomprensible actitud cuando son públicos y reiterados los llamamientos de los obispos a votar a la derecha, al PP. Aún perdura el recuerdo del pasado agosto, cuando todos los gobernantes rompieron sus vacaciones para acudir a la kermesse montada en Madrid por Rouco, el alcalde y la presidenta de la Comunidad. ¿Qué pasa?, quizá no querían perderse la visión de ese personaje, que agitaba sus coloridos ropajes subido en una especia de pajarera que nos recordaba las carrozas del carnaval de Río? Al fin y al cabo ese pontífice no venía en calidad de Jefe del Estado de ese paraíso fiscal. ¿Qué pasó? Quizá que el pío Bono los convenció para que acudieran en romería.
Entre los pocos anuncios del silente Rajoy figura el de trasladar fiestas para evitar macropuentes. En realidad sólo hay uno, el de la Constitución (6 de Diciembre) y la Inmaculada, el ocho. Se ve venir, lo obispos pondrán el grito en su cielo si intentan mover su fiesta, y el PP tanteará cambiar de fecha el día de la Constitución, ¿Qué pasa? Pues que la Constitución la ha votado una mayoría de españoles, mientras que no son tantos los que creen en ese misterio elevado a la categoría de dogma por un papa lunático, y menos los que van a misa cada domingo. Ya lo intentaron los socialistas en su primer Gobierno, pero se echaron atrás ante el griterío de los curas. Algo absolutamente incomprensible porque la revisión del Concordato de 1976 eliminó la cláusula de santificación obligatoria de las fiestas por parte del Estado –ahora sólo prescribe los domingos como fiestas laborales. Quizá de entre todas las celebraciones escatológicas o epifánicas de la religión Católica sea ese misterio el que nos parezca más extravagante. Resulta chocante que el cardenal Cañizares -Prefecto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cargo que compagina con el de Arzobispo Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Toledo- afeara la conducta de la presidenta de Cospedal por haber concebido y alumbrado un hijo sin participación de varón. ¿Acaso no fue María de Nazaret la primera madre de alquiler de la historia?
En fin, creemos que ya está bien de tanto dogma, tanto misterio y tanta bobada. Que cada uno crea lo quiera pero que no nos obliguen a compartir sus mitos y menos a pagárselos: Tras los últimos reajustes al alza que les concedió el último gobierno socialista reciben al año de nuestros bolsillos 6.000 millones de euros, 3.500 de ellos para sus centros escolares; 600 millones más para pagar a los profesores de su religión; y sacan otros 241 millones de la casilla del IRPF.
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El Club de Amigos de la UNESCO e Iniciativa Atea exponen en la sede de la primera una colección de láminas con el título general de “¿Deja la Ciencia sitio para Dios?” El motivo principal de esta expo es analizar el mito de la Creación desde el punto de vista de la ciencia, de la razón y de la libertad. Es el mito que aparece ya en la primera línea de la Biblia (Génesis 1:1-31), y que mantienen los teólogos cristianos mediante una confusión de términos que expresan conceptos metáfísicos más propios de endecasílabos románticos o de anticuados boleros
Los estoicos enseñaron que el universo muere en el fuego y renace del fuego, y que el proceso no tendrá fin y no tuvo principio. Y no mucho después, los vedas aseveraban que el mundo era increado. Los científicos de la Ilustración sellaron la cuestión, formulando la imposibilidad de crear o destruir la materia.
“Algunos de los que niegan que exista el vacío no se han pronunciado con precisión acerca de lo liviano y lo pesado, como Anaxágoras y Empédocles- 59 A 68.” ( 2309 Aristóteles, “Acerca del cielo” IV, a)
Julio G. Mardomingo
2012-01-27
2012-01-21
Tinker, Taylor, Soldier, …Smiley
Recuerdo una vieja película de Rusell Rouse, “The Thief” (aquí se llamo “El espía”), cuya banda sonora no tenía diálogos, sólo música y sonidos comunes. En ella, un espía protagonizado por Ray Milland, descubierto y acosado, trata de huir, pero al final sucumbe ante los encantos de una sensual Rita Gam. La diferencia de aquella película con respecto a la mayoría del género es que Ray Milland protagonizaba a un físico nuclear que pasaba directamente su mercancía a alguna potencia extranjera. No era un agente que captara y vendiera la información de otros.
Hoy a los “Servicios Secretos” se les llama “de Inteligencia”, pero lo cierto es que aparecen un tanto devaluados y desacreditados. El más literaturizado, la CIA, fracasó rotundamente en la invasión de Bahía Cochinos, y posteriormente no evitó (que participara resultaría aún peor) en el asesinato de John Kennedy, en el de su presunto asesino; también en el del hermano del Presidente, Robert, y en el de Luther King. Tampoco consiguió, años más tarde, evitar el ataque de unos pocos islamistas fanáticos a las Torres Gemelas.
No es preciso ir tan lejos. En España, no quedó claro si el CESID organizó el 23-F o, simplemente, fue incapaz de descubrir el plan, a pesar de que aquel bigotudo chusco era un viejo conocido de todos. En todo caso, algunos de los hombres de J. L. Cortina, jefe de la AOME, participaron activamente en el golpe y fueron condenados.
Tampoco fueron capaces esos Servicios, años más tarde, de prever que unos magrebíes desarrapados produjeran la masacre del l1-M.
Incluso al temido Mossad le sorprendió la ofensiva egipcia del Yom Kippur en 1973. Cierto es que ha mostrado gran eficacia secuestrando nazis o asesinando a científicos o políticos islámicos en otros países.
Son numerosas las novelas de John Le Carré que se han llevado al cine. A pesar de haber escrito “Tinker Taylor Soldier Spy” en 1974, llega ahora a nuestras pantallas como ”El Topo”; bien que la BBC produjera en 1979 una serie televisiva sobre la novela, con sir Alec Guinnes como Smiley.
Suponemos que no lhabrá resultado fácil al director sueco Tomas Alfredson resumir en dos horas de proyección las 400 páginas de la densa trama de Le Carré –parece que éste, además de coproductor, ha orientado en algún caso a los guionistas.
La película discurre a varios niveles. El eje motor es descubrir al traidor en el pequeño grupo dirigente, en la “Cúpula”. Con este fin llaman desde Whitehall (sede de los ministerios de Defensa y de Marina) a George Smiley, espía que fue retirado del servicio junto con el ya difunto “Control”. La búsqueda de “el topo” sirve para descubrirnos los entresijos de la lucha del poder entre sus miembros.
Como decíamos más arriba lo que menosparece importar a ese grupo del MI6 son los servicios a la Corona. Al parecer se trata más de una red de contraespionaje que trata de prevalecer sobre otra red soviética. Los miembros dicen captar a funcionarios y ofrecen a los ministros unas informaciones secretas que suelen ser refritos de artículos que aparecieron en la revista Worl News meses atrás. Es decir, estos Servicios se sirven a sí mismos o a intereses espurios.
Otro nivel de la película lo constituyen las relaciones entre los miembros de esa “Cúpula”: lealtad, celos, traiciones, relaciones sentimentales,… Las relaciones amorosas de sus miembros son heterosexuales, bisexuales, homosexuales (tres gays dentro de este grupo supone una cierta sobrerepresentación) y, también, adúlteras.
La sangre, como producto de la violencia, sólo aparece en tres ocasiones: una en forma de charco, otra estampada en un muro y, la tercera, como una simple gota. El sexo está levemente insinuado.
Envolviendo todas estas acciones, la película discurre en un clima tenso pero contenido, con diálogos precisos y silencios significativos. Abundas las elipsis y algunos flashbacks ayudan a seguir la acción. Es una película elegante, con una ambientación deliciosa y unos personajes secundarios totalmente verosímiles.
La música de Alberto Iglesias, genial como suele ser en él. Al acabar la película, sobre un traveling paisajístico, se oye la voz de su homónimo Julio cantando en francés “La mer”, quizá la versión más “merengue” que hayamos oído nunca de la célebre canción.
Como siempre recomendamos ver su versión original. Las voces de Gary Oldman, John Hurt, Toby Jones y de Colin Firth -ahora sin tartamudeos- merecen el esfuerzo de leer los subtítulos, si necesario.
Julio G Mardomingo
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