La soberanía nacional que, como sabemos reside en el pueblo, ha discutido y aprobado a través de sus representantes en el Congreso y en el Senado una ley sobre el aborto, una ley equiparable a las de los países de nuestro entorno cultural .
Pero, héteme aquí, que el señor Gay –no es broma, se llama así.- cree que esa ley ofende sus creencias y supersticiones religiosas y pretende cargarse él solito la ley ya aprobada, bueno, va a echar una mano a los otros miembros neofranquiistas del Tribunal Cosntitucional; mofándose así, todos ellos, de los millones de ciudadanos – y en este caso más de ciudadanas- que votan periódicamente para que se promuevan las leyes para el bienestar ciudadano. Parece como si el señor Gay no se hubiera enterado de que en este país ya no va a misa ni Dios.
Resulta que todas las leyes que no le gusten al PPo la clerigalla van a ir a parar al TC, donde pueden encontrar miembros que bien por sectarismo, bien por sus manías particulares, las bloqueen. Porque, vamos a ver, cualquier ley se puede referir a un término, concepto o contenido de
Se nos ocurre que, dada la capacidad que ha mostrado el Tribunal Constitucional para decidir las leyes que deben gobernarnos, e inmiscuirse y saltarse a la torera la soberanía de los ciudadanos, propondríamos que se disolvieran las dos cámaras, con el consiguiente ahorro en estos tiempos difíciles, y que legisle ese alto tribunal. Mejor aún, dada la ecuanimidad del Sr. Gay: votó a favor del Estatut y ahora lo hará en contra del aborto, pues que haga y deshaga él todas las leyes.
Parece que la renovación del TC va para largo; el indolente Sr. Rajoy dice, con el mayor cinismo, que se renovará cuando convenga a su partido. Por su lado, el siniestro exministro Trillo está empeñado en meter con calzador en el nuevo tribunal a un ultrafacha y a un mentecato. En fin, que no entiendo cómo a esos “juristas de reconocida competencia” no se les cae la cara de vergüenza.
JGM