2010-03-11

Toros y filósofos



“¿Dónde estaban ahora los toros y los toreros?

Ya ni en Barcelona había corridas. Por algún extraño

motivo, los mejores matadores eran fascistas.”

George Orwell “Homenaje a Cataluña”, 1938



La polémica de las corridas de toros, como la del aborto, es de índole moral, hecho que hace difícil llegar a un consenso. Pero dada esa característica ética, parece apropiado haber recurrido, entre otras gentes, a la opinión de dos de nuestros filósofos vivos más conocidos; los dos vascos, uno de Bilbao, el otro de Donostia-San Sebastián.

Jesus Mosterín, catedrático de Filosofía Práctica, sin entrar en los derechos naturales de los animales, hace hincapié en el deber de los humanos de no torturarlos por propio placer. Insiste en que el proceso civilizatorio ha de tratar de condenar y eliminar todas las prácticas crueles. Comenta alguna de esas prácticas “culturales”: ablación del clítoris de las niñas africanas y, supongo que para no soliviantar más a la audiencia protaurina, no menciona los ritos culturales de los mayas, en los que se sacaban el corazón los unos a los otros para comérselo.

El diputado del PP Rafael Luna, en una réplica airada, le dijo: “usted no es nadie para venir aquí para dar clases de moralidad y de ética”, respuesta un tanto extravagante dado que Mosterín es catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona, en un amplio espectro investigador que incluye la Ética. Suponemos que el señor Luna no compitió con él en la terna opositora a su cátedra.

Recogemos la segunda opinión, la del recientemente jubilado catedrático de Ética, Fernando Savater. Partimos, en primer lugar de un titular que navega por toda la red, tras un manifiesto suyo en una presentación en Sevilla. La segunda parte comenta un artículo escrito muy poco después en su diario habitual (“Un abuso arrogante” El País, 4-3-2010)

El titular que figura en la red sobre el referido manifiesto reza así:

Fernando Savater: "Los toros deben ser respetados y protegidos por el Gobierno"

Leído a bote pronto uno piensa que quizá se refiera a estos animales como objetos de respeto y protección, pero no, en realidad habla del toreo. Y en cuanto al Gobierno, uno duda de si estará apelando al de la Generalitat, que es donde se ha generado la moción; pero tampoco, el filósofo se refiere al Gobierno y a la Nación por antonomasia.

Y nos preguntamos, un tanto perplejos, ¿para qué quieren los catalanes una Autonomía si no pueden ni siquiera decidir si transforman un coso taurino en un centro de ocio incruento? ¿Mereció la pena tanto esfuerzo descentralizador?

Por lo respecta a su posterior artículo en El País, dice Savater que prefiere no entrar en consideraciones políticas; un comentario lábil porque la polémica ha surgido en un Parlament, lo que automáticamente la politiza. Tampoco rehúye el filósofo el juego político, ya que comienza hablando del chovinismo acomodaticio de sus paisanos vascos y recordándoles que el toreo a pié nació en Navarra.

Quizá sea Navarra el paradigma en el que se apoyan los que defienden lo más tradicional y folklórico, los que sostienen que el protagonista de las fiestas de España es el toro. Pensamos que no, que el protagonista principal de esas fiestas es el alcohol. En las celebradísimas fiestas sanfermineras el champán empieza a correr mucho antes que los toros, y ya en la corrida, los astados o los toreros son los que menos atención merecen: el espectáculo está en la grada y, valga el retruécano, de forma un tanto degradante.

Tanto los participantes en ese manifiesto en defensa de la fiesta en Sevilla, como los comentaristas posteriores sostienen posturas un tanto casticistas; utilizan conceptos como los de “fiesta nacional”, “tradición”, identidad”, “nuestra cultura, etc., algunos hablan de la posible desaparición del toro de lidia, sin reparar en cómo se mantienen otras especies a pesar de sus dificultades para procrear en cautividad. Sólo falta que alguien apele a los peligros para la Lengua al perderse expresiones como: “ver los toros desde la barrera”, “ponerse el mundo por montera” o tantas otras.

Sin embargo, los defensores de la “fiesta” procuran no mentar el “bicho” ni su sufrimiento. Sólo Savater -dicho sea en su honor- sí lo hace; habla de la vida regalada del animal, compensada con su cuarto de hora final, e incluye un párrafo, cuyo significado no entiendo bien, que dice “Puede que los toros o los caballos de carreras merezcan también una lágrima, pero como el resto de los seres vivos, especialmente nosotros y nuestros hijos”. No sé si se refiere a los avatares de los protagonistas de su querida afición,aunque nos consta que el fin primordial del turf no es que una yegua se rompa la pata en una carrera y se la fulmine in situ.

Uno siente cierta tristeza tras tantos años de seguimiento intelectual al filósofo, y piensa que si alguien se desliza por el lado oscuro de la política, puede acabar incluido en las referencias a la autoridad de la presidenta populista-populachera de Madrid o a que, al acabar una de sus charlas, lo abrace efusivamente Sánchez Dragó.


JGM

Los dos dibujos inferiores pertenecen a la donación que Enrique Herreros hizo al Museo Municipal de Madrid. Sus títulos son de arriba abajo: "El volapié" y "La fiesta"

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