2013-01-03

Desobediencia civil





‘Cuando un gobierno me dice, “la bolsa o la vida”, por qué tengo que correr a darle mi plata? Pueden estar en apuros y no saber qué hacer: lo siento mucho. Ellos verán qué hacen. Que hagan como yo. No vale la pena lloriquear por eso. Yo no soy responsable de que la maquinaria de la sociedad funcione.’
 
Así  escribía en 1849 Henry David Thoreau en su obra Civil disobedience.

Tres años atrás Throreau fue detenido y encarcelado por haberse negado a pagar un impuesto que le parecía injusto.
Cuenta una anécdota, posiblemente apócrifa, que en la noche que estuvo en la cárcel [fue liberado al día siguiente, tras el pago de la tasa por algún desconocido] recibió la visita de Ralph Waldo Emerson, quien le preguntó: “Henry, ¿por qué estás tú aquí?” A lo que Thoreau respondió: “Waldo, ¿por qué no estás tú?”.

Dado que en el siglo XXI y en el marco de la EU-27 es inconcebible una revolución a la vieja usanza, parece que la forma más pausible de luchar contra un gobierno que nos despoja de unos derechos, que tanta lucha y sacrificio costaron, es la vía pacífica de la “desobediencia civil”.
El 15-M no arrancó como un movimiento que preconizara esta desobediencia cívica, sino más bien como una protesta y una negativa a ejercer unos derechos (p. ej., el del sufragio) que sirvieran para perpetuar un sistema que consideran injusto. No era suficiente que mostrará en todo momento su espíritu pacifista, no violento; ya vimos cómo la fascistoide que gobierna Madrid infiltró provocadores, que golpeados por azar gritaban a sus compañeros policías “¡Eh, que soy de los vuestros! Algo al parecer inevitable con esta gente en el poder.
Los actos más cercanos a este tipo de desobediencia lo protagonizaron algunos de los grupos que pacíficamente obstaculizaron los desalojos por desahucio, protestando contra la Ley hipotecaria y, sobre todo, contra la más injusta Ley de Enjuiciamiento Civil. Pero en realidad se trató simplemente de actos aislados, sin apenas incidencia en las 350.000 familias que en cuatro años han dejado en la calle. Son casi doscientas familias las que cada día pierden su casa. 

 
Hoy, con la simpatía de la enfermera que imprimía las recetas y el apoyo de la farmacéutica, he objetado el cumplimiento de una obligación tributaria, la tasa de un euro por receta. Vean la aritmética: uno de los fármacos costaba ayer en Internet, en sus distintos genéricos, 1.61€, curiosamente hoy, marcaba en la farmacia 1.85€, por lo que con el copago vigente desde el pasado julio he pagado, como jubilado, 18 céntimos de euro. Si no me hubiera negado a pagar ese injusto y a todas luces ilegal tributo, el precio de un fármaco antitensivo de receta mensual me hubiera supuesto una subida del 637.5 por ciento.


El trámite para la insumisión es muy sencillo, basta con rellenar unas pocas casillas de un impreso con calco que facilitan en la farmacia –también el boli.
 
Me pregunto, ¿a qué viene un acto tan irracional, ilegal y estúpido por parte de este intruso autoritario, al que la comunidad de madrileños no ha votado para su cargo?
¿Por qué se fue quien se lo dejó?
¿No será, acaso, que dada su trayectoria usurpadora de cargos, la marquesa consorte intente esperar a que Rajoy se canse; es decir, a que Rajoy se dé cuenta de lo cansados que estamos, y se largue a Santa Pola, dejándola el puesto? ¡Pregunten en la FAES!

JGM

No hay comentarios: