2013-02-03

Duques y chorizos








El PP pide al Rey que

Urdangarin deje de

llamarse duque de 

Palma

El Ayuntamiento de la capital balear dice que hizo “mal uso” del título

 
Escribía José Cadarso en unas de sus cartas marruecas: “Dicen en Europa que la historia es el libro de los reyes”.
Si bien comenzó siéndo así en la recién formada España, con los Trastámara-Aragón, y continuó con los dos habgsburgos que les siguieron, acabó finalmente convertida en la historia de los duques.

El rey Felipe III, convencido de que debía dedicarse a los placeres propios de su rango, dejó el gobierno de la nación al duque de Lerma. Un valido que se enriqueció por su saber manejar el tráfico de influencias, la corrupción y la venta de cargos públicos. Una vez cesado le sucedió su hijo, el duque de Uceda, un político incompetente que acabó muriendo en la cárcel, adonde había ido a parar por tratar de perpetuar su clan familiar en el poder, a una camarilla ávida de privilegios.

Felipe IV heredó la molicie real y nombró para todos los asuntos de Estado a don Gaspar de Guzmán, que además de duque era conde –conde-duque de Olivares-, que comenzó tratando de regenerar el Reino de los desmanes de los anteriores duques, pero acabó, para afianzar su poder, formando una clientela política con sus propios parientes, amigos y allegados, acumulando para su casa títulos, rentas y propiedades.
Manuel Godoy, Duque de la Alcudia con Carlos IV, llegó a ser el primer generalísimo en la historia del país. Tenía mala prensa, promovida por la nobleza que le consideraba un advenedizo y un amante-protegido de la reina Maria Luisa "la reina lasciva", quien supuestamente enriquecía a su favorito a expensas del tesoro público. Fue depuesto tras el llamado Motín de Aranjuez.
También hay en nuestra historia un Duque de Alba, que aún sigue siendo el coco para aterrorizar a los niños en los Países Bajos.
¡Ah! y un duque de Ahumada que creó la Benemérita.

La ópera recoge asimismo varios duques entre sus personajes, generalmente perversos: el duque de Mantua, de Rigoletto;  el duque de Ferrara, de Lucrezia Borgia; o el malvado duque de  Alba, en la obra del mismo título, de Donizzeti o en el drama de Goethe, del que Beethoven escribió su música incidental.

También en los países que no han tenido Segundo Estado ha habido duques. Los Estados Unidos cuentan con dos grandes duques: “Duke” Ellington, el inventor del jungle sound o John “Duke” Wayne, el hombre que mató a Liberty Valance.

Pero hoy tenemos un duque en el candelero, un duque y ¡una duquesa! Publica hoy El País una interesante columna de Javier Pérez Rollo, “Atrofia del Instinto de conservación”, de la que se desprende que el Rey es irresponsable o “un irresponsable” lea esto último cada uno como quiera-, y que nuestros Servicios Secretos deberían vigilar la institución monárquica. Una objeción al columnista cuando escribe: “no se entiende que se haya permitido que el marido de la infanta Cristina haya llegado a donde ha llegado”.
No conozco el régimen de bienes matrimoniales de los duques, pero sí sabemos su régimen societario, y en todos los chanchullos figuran duque y duquesa como copartícipes. Que uno se haya movido más buscando negocietes que la otra, pues bueno, ya lo considerará el juez en su sentencia, ya que las penas suelen estar de acuerdo con el nivel de participación; pero mientras esas decisiones lleguen, el duque, la duquesa, el socio y, puede que incluso el asesor comercial de la Casa Real, tienen que figurar en las crónicas, ¿o no? Ya lo dice la Pantoja, que si ella fuera la duquesa ahí la iban a tener mareándola.

Uno imagina que si no el Rey, el Príncipe Felipe sí debe de estar preocupado, se juega su regio futuro. Supone uno que la infanta negociante habrá recibido presiones de la Casa para que se divorcie del balonmanista, pero ¡ah, el amor!; más perdió el duque de Windsor por casarse con aquella americana pluridivorciada: nada menos que el trono de Inglaterra.

Volvamos a la cabecera:
Con la que está cayendo sobre su tejado, el PP se atreve a proponer ceses. En fin. Esperemos a ver qué pasa con la gente de ese partido que no haya recibido sobres: “¡Gilipollas!” le dirá la mujer a alguno “con todo los que has hecho por ellos y no te han dado un duro”.

La otra declaración curiosa es la petición del gallego Feijóo y de la castiza Aguirre para que Rajoy se querelle contra Bárcenas. ¿Acaso no recuerda esta pareja lo del contable de Al Capone?                                                                                                      
Las cajas del señor Bárcenas deben de tener material como para llevar al trullo haste el botones de Génova. Sospechosa actitud, ¿no se estarán probando el traje del difunto?
En las tragedias de Shakespeare o en las películas de Martin Scorsese, los asuntos de Urdangarín o de Bárcenas se resolvían en un plis plas.

JGM

1 comentario:

Aussie Bins Skip dijo...


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