Quizá uno de los logros más fantásticos del capitalismo haya sido la eliminación del dinero, que era la base de su filosofía. Al igual que la expansión de la vieja religión judaica eliminó a Dios para sustituirlo por Jesucristo, su parentela y sus seguidores, así el capitalismo ha conseguido eliminar el dinero para sustituirlo por una imagen quimérica de él.
Las grandes instituciones financieras se juegan cada día cifras fantásticas en derivados financieros, hedge-funds, warrants, futuros, hipotecas subprime, etc. Así , por ejemplo, alguien compra la cosecha de trigo del año siguiente a un precio fijo, y ya está. Pero claro, puede ocurrir que para entonces caiga un pedrisco del copón sobre todo el estado, o una plaga de langostas voraces. Para cubrir estos riesgos aparece en escena otra plaga, la de los tomadores de préstamos, brokers, prestamistas, banqueros e inversores de oportunidad.
Marx y sus sucesores creían, siguiendo la tradición filosófica hegeliana, que el capitalismo, como otras creaciones humanas perecería pronto ahogado por sus propias contradicciones. De no ser así, se imponían criterios economicistas que le auguraban el mismo fin debido al descenso imparable de la tasa de beneficio, motor de ese sistema económico.
Pero no, el capitalismo, resistente a esos pronósticos formales, parece tener su vulnerabilidad en elementos más simples .
Héteme que en el emporio capitalista norteamericano, los granjeros del Medio Oeste y otros urbanitas deciden, váya usted a saber por qué, comprar una casa por encima de sus posibilidades y, ya puestos a pedir, sacan de los bancos un dinero extra para gastarlo en bienes más fungibles. ¿Por qué se lo dan los banqueros sin preguntar demasiado? Chi lo sa?, quizá en el caso de los granjeros piensan que la próxima cosecha de grano en vez de convertirse en palomitas de maíz puede ir etanolizada a los surtidores de las gasolineras.
El hecho es que con los tipos de interés ajustados al alza y con penalizaciones importantes por las cancelaciones, la gente empieza a no poder pagar. Para disminuir riegos, los prestadores venden sus derechos de deuda a la baja, creando así una pirámide inversa, en cuyos últimos escalones los títulos son sólo papel reciclable.
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En la vieja Europa el caos financiero es más balzaciano. En la Francia del ilustre banquero y barón, James Rothschild, y en su tercer banco más importante, Société Générale, fundado en el Segundo Imperio, aparece un agujero financiero cuyo monto roza la filosofía: 4.900 millones euros, casi un billón (10 elevado a doce) de las antiguas pesetas. Es casi como si cada habitante de la Tierra les hubiera entregado un euro.
No es un asalto a lo "marioconde", no se trata de que el presidente abriera con su llave la caja fuerte y la vaciara en un capitoné. Aparentemente, el protagonista ha sido un empleadillo que, hasta hace poco, trabajaba de contable en la back-office, el oscuro negociado donde se trata de balancear las operaciones del día punteando cheques y anotando las cantidades en una sumadora Adler de manivela.
Parece ser que este joven –sólo tiene 31 años- compraba esos futuros etéreos y simulaba que también los vendía, con lo cual todo quedaba a la par. El presidente, Daniel Bouton, comenta, con cierto alivio, que el joven empleado manejaba cifras doce veces superiores a las pérdidas sufridas, más o menos los fondos propios del banco.
Una vez más, parece que la naturaleza imita e incluso supera al arte, y que ni Spielberg ni Norman Jewison hubieran ido tan lejos en sus guiones para no incurrir en lo inverosímil. En cualquier caso, el nombre del joven Jérome Kerviel quedará grabado en la Historia General de las Grandes Estafas.
El asunto está plagado de grandes incógnitas; la primera, que todos aseguran que Kerviel no ha actuado con afán de lucro; la segunda, y más importante para la confianza en el sistema financiero mundial, es la de cómo es posible que alguien actúe de esa forma durante doce meses sin que nadie eche de menos tamaño dineral.
Pero la principal pregunta de este blogger es ¿adónde ha ido a parar la pasta? Todos sabemos que el dinero no desaparece como si fuera un concepto. Si Kérviel no se ha quedado ni un euro, habrá ido a parar a otros sitios, ¿o no?
Alguien dijo que es tan inmoral crear un banco como atracarlo, máxima que ha hecho que hierva la web de romanticismo a lo Arsène Lupin. No obstante, hasta que se aclare el asunto, creemos que podría ser una tapadera para ocultar el dinero perdido en lo de las hipotecas subprime. Las pérdidas por ese concepto, tanto en el Citygroup como en la banca suiza, alcanzan más o menos el monto del agujero de la Société Générale.
JGM
Arriba: Dibujo de "La burbuja inmobiliaria"En medio:Foto de Jérome Kérviel
1 comentario:
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