Al
juez supremo del país, es decir, al presidente del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial, lo ha denunciado el vocal de ese Consejo,
José Manuel Gómez Benítez (derecha), por
malversación de fondos públicos.
Parece que este pío jurisconsulto viajaba con cierta
frecuencia a Marbella y a sus aledaños suntuosos, en unos viajes largos que el
argot llama “semana caribeña”, es decir de jueves a martes.
No viaja solo, no. Lo acompañan siete guardaespaldas, que se
regodean como él a costa del erario público; es decir, de todos nosotros. Tampoco
acaba ahí la cosa, también invita en sus ágapes a un par de ilustres
desconocidos.
Naturalmente, este juez tiene, como todo ciudadano, derecho
a la presunción de inocencia; pero aunque la Justicia lo absuelva, quede
aquí ya nuestra condena moral. No están los tiempos en el país para esos goces
fastuosos.
Parece que a estos cargos cuando alguien pone en tela de
juicio su proceder, les entra una rabia infinita. Le pasó al curita de Valencia
con lo de los trajes: una pecata minuta-; y ahora este meapilas tacha con la
mayor desvergüenza esos dispendios como “una miseria”. Se trata de casi 6.000
euros.
¿Sabe este prócer justiciero lo que una familia en la
precariedad del paro haría con ese dinero? Probablemente les serviría para
subsistir dignamente durante un año.
¡Si sus colegas corporativos lo juzgan y condenan, que su
dios tenga piedad de su alma!
JGM
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