Dicen que el presidente Zapatero tiene “baraka”; sus opositores hablan de suerte inmerecida. A veces, los avatares de la historia favorecen a los políticos en el poder, pero no parece que haya sido en el caso de Zapatero. Los resultados de las últimas generales parecen indicar que en las de 2004 hubieran conseguido un resultado similar, aun sin el concurso de las bombas salafistas, algo que parece haber comprendido de una vez la dirección del PP y sus “mundanos”. Otros dicen que si se hubiera precipitado la crisis económica antes del 14-M , otro gallo les hubiera cantado -de ahí que el Presidente hubiera evitado la palabra fatídica en su campaña-. Un argumento poco verosímil, ya que parece demostrado que, en tiempo de vacas flacas, los electores prefieren las seguridades socialdemócratas a las migajas de la riquezas que pueda ofrecer el ultraliberalismo, véase si no cómo, en sus momentos más bajos, Felipe González venció a Aznar en 1993, con la crisis encima.
Quizá fuera más certero centrarse, en lugar de en esa “bendición divina”, en la “desgracia” de su oposición. Ahí, sí mostró su olfato Rodríguez Zapatero, cuando desdeñó cualquier alianza para la iniciada legislatura.
Veamos: a su izquierda, quedan los restos de IU, una coalición a la que Ley Electoral y la genética desagregante de sus miembros abocan a la insubsistencia -acaban de elegir como coordinador a un comunista (así, con su devaluada marca de fábrica), que incluso antes de ser elegido, y volviendo a aquella manía carrillista, habla ya de convocar una huelga general.
Entre los grupos nacionalistas, parece que quien más quebraderos de cabeza produce al PSOE es el PSC, sus compañeros catalanes de partido; pero al final todo quedará en una riña familiar.
Y, por fin, el gran partido de la oposición, con el señor Rajoy al frente.
Cuando Aznar desveló a su “tapado”, Rajoy, uno recordó el nombramiento de Tiberio Claudio como emperador de Roma, una solución a las conjuras contra otro Tiberio y Calígula.
Rajoy, que en su trayectoria ministril había actuado como “comepiedras” del presidente, se ve ungido por el dedo de éste y, claro, nadie rechaza un dulce.
Fueron dos derrotas muy duras, una como favorito y la otra como aspirante, que mostraron todo su dramatismo en la patética aparición en la tele, junto a su esposa, tras el segundo fracaso electoral. De seguir en la cabecera de la lista, todos preludian una tercera debacle. Ya se sabe que Aznar venció a la tercera, pero el héroe de las Azores tenía más carácter, es decir, más mal carácter a pesar de sus risotadas.
Si hay algo que nos parece admirable en el señor Rajoy es su sinceridad ante los micrófonos: hace poco dijo que la parada militar en homenaje a las Fuerzas Armadas le parecía una tabarra; asunto en el que coincidimos la mayoría de los españoles a excepción del núcleo más duro de su partido, que sigue considerando al Ejército como la columna vertebral de la patria.
Su última declaración en la televisión pública parece más reprochable, pues dijo que no había acudido a la votación final de los presupuestos generales para 2009 porque había quedado para un almuerzo.
Se considera que la función principal de los parlamentos, dentro de su control al Gobierno, es evitar en lo posible que éste proponga unos presupuestos a la medida de sus propios intereses políticos. De ahí que las disputas parlamentarias resulten muy enconadas en este tema.
Pero el señor Rajoy comentó a posteriori que creía que todo el pescado estaba vendido y que no merecías la pena darse una vuelta por la Carrera de San Jerónimo (la votación se resolvió por un solo voto y estuvo al borde del empate porque una diputada socialista se quedó atrapada en un ascensor del edificio del Congreso; también sucedió que otro diputado del PP voto a favor, por error).
Ya le gustaría a la mayoría de los ciudadanos, votantes o no del PP, poder dejar de ir al trabajo pretextando un almuerzo.
Y cuál era el motivo de ese almuerzo tan trascendente, pues una reunión con el señor Mayor Oreja (me viene a la cabeza que este político llegó una vez tarde a una votación de los presupuestos vascos, haciendo que los nacionalistas consiguieran la aprobación tras varios años de prórrogas).
Pues parece que el asunto del otro día era proponer a este antiguo ministro de Interior como cabeza de lista para las próximas europeas. Resulta chocante que esa elección se resuelva en la cabeza de Rajoy entre el alcalde Gallardón –considerado por muchos como un demócrata, representante de una derecha moderna y moderada- y este residuo cavernario del aznarismo, por no decir del franquismo.
Así pues, parece que al PSOE le basta con observar desde lejos lo que sucede en el principal partido de la oposición y entre sus múltiples presidentes:
-La indolencia política y la incapacidad resolutoria del actual presidente del PP.
-Las declaraciones patibularias del presidente fundador Fraga.
-Las recurrentes y rencorosas apariciones del presidente de honor del PP, el señor Aznar, lanzando su aguijón sobre su desagradecido pupilo gallego.
-La pugna entre Gallardón y la presidenta de la Comunidad de Madrid: una mujer ambiciosa, astuta, inculta, atrevida, ávida de poder, y dispuesta a no ceder ante ningún enemigo.
Un panorama propicio para que el presidente Zapatero siga mostrando su facetas más optimistas
JGM.